11.10.2004

Machacado con huevo

Puedo treparme con elegancia en los tacones. Puedo secar y alisar y acomodar el cabello largo. Puedo ponerme las medias y la ropa interior discreta. Puedo sin problemas usar el saco y el pantalón de ejecutiva. Puedo, por supuesto, colgar las perlas chiquitas de los oídos, y encaramarlas de agua dulce amorosamente al cuello. Puedo usar perfume y abstenerme del cigarro matutino y subir por el elevador en lugar de por las escaleras. Puedo sentarme con gracia en el círculo pequeño de gente con rostro aburrido. Puedo sonreír y pasarle el azúcar al de a un lado al tiempo que contesto la pregunta seria del que se encuentra del lado contrario. Pero por ningún motivo esperen que toque el huevo sobre mi plato. Imposible. Eso sí va contra todos mis principios.