11.13.2004

Horario de invierno

Nadamás no lo vayas a besar, ¿me escuchas? La miro y me río mucho. Por dentro me enojo un poco, pero todo es confuso. Apenas van a ser las tres y me estoy divirtiendo mucho, aunque me haya prohibido besar al muñeco este que tengo enfrente. Digo muñeco sólo porque hay cuatro litros de alcochol en mi cuerpo, y esas son las palabras que se me ocurren cuando hay cuatro litros e alcohol en mi cuerpo. Entonces para qué me lo presentan, digo yo. En fin. Es jalogüín. Quedamos de vernos temprano para el cumpleaños de Poncha (no es su nombre real), dijimos que temprano "para no desvelarnos tanto". Ja. No era fiesta de disfraces. Nobstante, me puse mi vestido de chica Bond (sin, por esta vez, la pistolita escondida bajo el liguero), zapatos altos, accesorios plateados. Para matizar el look (y es que, el vestidito chica Bond que tanto me gusta es muy breve), ponytail baja por un lado, labios brillosos sin color, smoky eyes. Llegamos, identificamos las tres áreas destinadas a la fiesta compartida. Imposible saludar a nadie que no esté de pie, lo siento. No voy a agacharme, es evidente. Un litro de whisky, dos. Me estoy divirtiendo mucho. Pequeño detalle: quien normalmente me regula el consumo de alcohol es la cumpleañera y se ha tomado la noche libre. Voy a tener que confiar en mi sano juicio. Uno de los cumpleañeros se empeña en quitarle el aire a mi vasote, volviéndolo a llenar de hielos y de agua y de más whisky. Qué buen anfitrión, me cae. Para cuando llegó Don Chamán yo ya iba por el tercer litro y traía una fiesta buenísima. A pesar de llegar muy tarde, no se perdió casi nada porque llegó justo cuando la noche ganaba una hora más. Entonces se hizo el formal anuncio: Nada de lo que habíamos tomado en la última hora valía, puesto que esa hora acababa de anularse. Ni modo, a reponer los tragos perdidos. Cuarto litro. Hace mucho que no bailaba norteño. Una cumbiera intelectual necesita mucho cosas como éstas. Afortunadamente hay mucho material disponible. En medio de una singular alegría le confieso discretamente al novio de la Chikis que me gusta el muchacho ése de ahí. Nadamás a las dos de la mañana se puede sostener un diálogo tan largo refiriéndose a dos personas diferentes sin que ninguno se dé cuenta. El novio de la Chikis quiere saber primero si me interesa un modelo desechable o quiero un producto durable. I just want to have a little fun. Creo que es economista, aunque me recuerda mucho a alguien que no es economista. Todos me sonríen mucho, yo fumo y fumo y me cuelgo con alegría del popote de mi vasote. De repente me canso un poco, me siento. Todos a mi alrededor bailan. Empieza una canción que me gusta, del otro lado de la mesa alguien me extiende la mano y la tomo. Antes de que pueda ponerme de pie una mano brusca y cumpleañera se posa en mi muñeca y una voz que brota desde las alturas dice "Ella ya no baila". Achis, pienso, pero no digo nada. A mi derecha alguien produce una llave, alguien más dice "Yo la llevo". Me choca este punto de la noche. Cuando todos deciden menos yo. Yo me quiero quedar, pero soy muy obediente. Y yo y mi pequeño vestido (¿qué hace un vestidito negro en la calle a estas horas cuando en realidad debería estar tirado en algún rincón de un cuarto a oscuras?) nos subimos dócilmente a un auto y nos llevan y nos dejan en una cama ajena y nos dormimos y todo todo se desaparece otra vez. Gracias al comité de preservación del estilo e impedimiento del menoscabo del glamour.