10.11.2004

Arruinadora de vidas

Esa gente está toda loca, lo juro. Un cumpleaños. Todas esas caras conocidas que de repente me vuelven a mirar como si no me conocieran. Como si las películas nunca y las noches de pasta no hubieran, muy como si. Hay una mujer que usa falda siempre que la veo. Ella es la única que no me saluda. Yo tampoco la saludo de regreso. Hace algunos meses esa misma mujer me tomó la mano y me llevó a una cocina desierta y me dijo "Lucha por él, sí se puede, pero no lo sueltes". Quiero saber qué es lo que quiere esconder cuando me evade la mirada. ¿Su amistad con la nueva, la falacia que fueron sus palabras, la pena que le da mi derrota? Lo ignoro. Las mujeres son tan complicadas. Hay que pensarle mucho. Platico con todos un ratito. Hay algo que se ha quebrado, me parece. Por unos segundos parece que me he quedado sin interlocutor. Quién sabe de dónde aparece la cumpleañera y me avienta a una persona enfrente y me dice, mira, te presento a X. Lo miro, por supuesto, X. Hola seniorita ele, dice, mucho gusto. Ja. Pero si ya nos conocíamos, le digo. Me parece que estás confundida. Es raro eso de conocer a las personas a través de las anécdotas de los demás. Perdona, es entonces que todas las historias que he escuchado sobre tí me engañan y me han creado un falso recuerdo que hace que tu rostro me parezca conocido. Se ríe. ¿Y entonces, cómo conoces a mis amigos? Ah. Todavía no entiende. Me presento como es debido. Soy la Maztrich. Entonces sí me reconoce. Por fin. No nos habíamos visto, pero sí sé de ti, me dice. Y se suelta en una larga perorata sobre mi malévolo plan para arruinarle la vida a sus amigos. Y yo, estoica e imperturbable, nadamás me sirvo otro poco de whisky en las rocas (en lugar, por supuesto, de romper el momento y buscar un mesero que nos traiga agua) y lo escucho. Parece como si fuera un extranjero que supiera hablar español muy bien. Hay algo artificial casi imperceptible en su manera de pronunciar las cosas, en la entonación. Ignoro si se debe a su larga permanencia en ese país frío, o si es una característica suya de antes. Esas cosas no se deducen de las anécdotas que me han contado. Me interesa profundamente su reclamo. Me defiendo sin defenderme. Le refuerzo lo que dice. Sí claro. La culpa la he tenido toda yo. Soy perversa y calculadora. Los he pisoteado, evidentemente. Los pobrecitos ahora no saben qué hacer. Quiere saber a cuál de sus amigos que residen en el extranjero voy a ir a visitar ahora. Cómo me carcajeo. No no no. Tú no entiendes. A mí eso de la endogamia ha terminado por aburrirme. Sólo he venido a distraerme un poco. Me doy cuenta de que piensa que. Pero no es cierto.