9.13.2004

Aclarando

El viernes cansadísima, todavía muy molesta, aunque medio endolacada, medio envoltarenada, lo cual hacía un poco más llevadera la situación. Me dormí una pagüer nap con toda la intención de aprovechar un poco del viernes. Había tres o cuatro planes que prometían. Desperté de buen humor, aunque todavía madreadona. Me vestí. Biker chick, si tuviera que describirlo de una forma, pero no estoy segura. Blusa celeste, sin mangas, estoperoles plateados, los jeans rotos que me encantan doblados hacia arriba, mis zapatos nuevos ochenteros. Pulsera, aretes disparejos, el kit. Trashy but sweet. Había una fiesta con los del taller. Vamos pues. Imposible describirla. Como en otra dimensión, como en otro país que no podría haber sido sino este. Me reí muchísimo. Éramos tal vez cinco personas en la fiesta, tal vez seis. Volvemos a tomar la calle. Es de noche y toda la cuadra está desierta. La pareja que se besaba en la pequeña escalera ha desaparecido cuando bajamos. La noche apenas empieza. No me siento mal casi. He debido abstenerme de las cervezas y tomo agua. Conversamos. Me doy cuenta ahora de que mi mente estaba en otro lugar. Todavía no sé bien en dónde, pero en otra parte. Tal vez poniendo atención a los semáforos todos en verde que nos permitieron llegar rapidísimo a la penúltima parada de la noche, la última en realidad. Hay mucha gente. De pronto, caras conocidas. Ex-alumnos que se marchan cuando yo apenas voy llegando, rostros que sin las matrículas por un lado a veces me cuesta trabajo reconocer. Cervezas. Brindamos, bailamos, reímos otra vez. Mi oído empieza a doler un poco. Me encuentro a C con su novio Luis. Me permito escribir Luis porque ése no es su verdadero nombre. Así le puso Chamán, a quien por cierto le debo algo muy grande. Esperemos que no le quede cicatriz. Finalmente nos cansamos. Nos marchamos. Me confiscan las llaves de mi auto. Una injusticia de verdad, una falta de respeto, un atentado contra el feminismo y mi autosuficiencia y dónde quedó la regla esa de que no hay que contradecir a la gente que se pone necia en la madrugada. Al final me subo sin repelar tanto. Todo empieza a moverse. Todo empieza a quedar atrás. El viento, la ciudad, las luces. Yo no sé muy bien en dónde he quedado. Me prestan el volante, me escoltan en el último tramo. Llego, me desplomo sobre la cama. Después todo se vuelve confusión. Soñar a veces es muy extraño. No sé si tuve fiebre. Duermo sólo cinco horas y me parece que fueron demasiadas. Demasiada información. Decido regalarle lo soñado a Lautriz para que ella sea quien más adelante se lo apropie. Después, el viaje relámpago con la Chikis. Cualquier cosa que pueda contar sobre eso, me va a restar credibilidad. No es fastidio, no es enojo, ni sorpresa ni frustración ni nada. Es nadamás que ni yo misma lo creo. Nadamás la que lo vivió conmigo para creerlo. Nadamás decir que nos tomó cinco horas recorrer 217 kilómetros. A veces me pregunto si no podrían permitirme tener una vida así equis, sin sobresaltos ni nada. Para poder ejercitar mejor la imaginación y la mentira. Para ser escritora de verdad, en lugar de nadamás cronista de mis propias y reales aventuritas.