6.17.2004

Se llama Lucía y me persigue desde antenoche, cuando se apareció por primera vez en mi sueños. De alguna forma sé que tiene mi edad, pero es como si fuera una niña. Quiere un lipstick que perdió mientras me ayudaba a cuidar a las víctimas de un terremoto o una inundación. El alcalde me llamó por teléfono para pedirme que la llevara a su casa (a casa de Lucía) y que le entregara lo que quería. Una señorita burócrata vestida de café me dijo: "Necesitamos tramitarle el permiso para que se ausente". Sigo esperando que me tramiten el permiso, y sigo sin poder ausentarme. Lucía sigue sin recibir el lipstick que perdió y que tanta falta le hace.

Anoche esperaba verla en mis sueños. Comí pan de centeno y bebí más vino del que debí (sin contar con el que ensució para siempre mi blusa de alforzas con florecitas celestes). Después, de manera mágica, cuando llegué a mi casa estaba lista para dormir. La cabeza ligera, los pies pesados, el cansancio por todas partes. Envié un mensaje absurdo de celular y me quedé dormida como hace muchas noches no lo hacía. Después, más tarde, mientras esperaba ver a Lucía, un sonido pequeñito en el quicio de la ventana me despertó. Claro, la respuesta a mi mensaje absurdo: "camembert, feta de cabra y vino...".

Y otra vez me quedo sin dormir.