6.16.2004

No los mires. Concéntrate en lo que vas a pedir. Tú puedes, no los mires. Están cerca, ya lo sé. Puedo tocarlo si quiero. Puedo tocar el pelo del hombre frente a mí en la fila. Está todo vestido de un color, por eso me he dado cuenta. La tela acqua y cansada. No lo mires, no lo mires. Bajo la vista mejor y veo los tenis, por supuesto. A un lado, descubro los pies de ella; sandalias y un exquisito pedicure francés. Las piernas afeitadas enfundadas en un par de pantalones pesqueros. Se arregló, el pelo planchado, la blusa nueva. Miro su rostro atento, expectante. Lo miro ahora a él. Sereno y cansado. No se conocen desde hace mucho, parece. No los mires, no los mires. Mejor piensa, a ver, ¿con tocino o sin tocino, queso amarillo o suizo? Ella le habla de una clase, de un paso complicado de gimnasia. No les hagas caso, no les hagas caso, pinche cajero lento. Miras el piso otra vez, los escuchas. Ella dice coser, él dijo sutura. Le está explicando algo. De repente la invita a conocer a unas personas que ella nunca ha visto. Se han callado. Orden veinticinco para llevar, por favor. levanto la vista y descubro la razón del silencio. Es la primera vez. Los dos huecos. Aquí, bajo las luces fluorescentes del restaurante de comida rápida. Él, primero, en la comisura de la boca de ella. Ella cerró los ojos y entonces él besó los labios ignorantes de ella. Te dije que no los miraras. ¿Y si mejor pides dos combos en lugar de las papas extras? Concéntrate, concéntrate, tú eres bien fuerte. Es ella ahora quien está mirando su pedicure perfecto y él quien le toma la mano izquierda con cuidado pero sin fijarse más que en las fotografías estridentes de las hamburguesas numeradas. Se han ido.


Buenas noches, bienvenida, ¿qué le puedo servir?