6.03.2004

Necesito dormir mejor. Anoche tampoco pude dormir. Pensé que si veía Réquiem for a dream podría dormirme temprano y todo. Pero el comité organizador del miercolitos no me permitió zafarme del restablecimiento apresurado de la sesión que supuestamente hoy se había cancelado (women, women, women). Hicimos pizza, comimos queso con salmón, doritos, rufles verdes, aceitunas, argh. Se me quitó el apetito.

Y luego, más tarde, otra vez no pude dormir. Tuve muchas visitas.

Un hermano muerto y yo en una pijama absurda, impotente y llorosa.

La mujer esa a la que el hombre que yo amo amó. No es la primera vez y no sé todavía qué es lo que quiere. A veces creo que quiere decirme algo.

La hipotética abuela del hijo que nunca tuve con uno de los dos tipos con los que alguna vez planée tener hijos. Todavía olía a Amarige de Givenchy, después de tantos años.


Ninguna mujer fatal que se precie de serlo puede beber agua de garrafón a menos que sea capaz de cargar y transportar el dicho garrafón por lo menos de la tienda al auto y del auto a su casa. Todo el mundo sabe que las femme fatales sólo toman agua mineral embotellada en elegantes botellas. Lo único que se requiere para ello es dinero y buen gusto. Tomar agua de garrafón implica, para la población femenina común y corriente, tener a la mano a un hombre que cargue el horrible contenedor de plástico, y darle con ello la oportunidad de que se niegue sistemáticamente a hacerlo, lo cual resulta en múltiples ocasiones de pedirle y rogarle y amenazarlo para que lo haga. Por eso las femmefatales sólo toman agua de garrafón si pueden también cargarlo.