3.05.2004

Necesito que sean las cinco y media. Para ya irme. Para que se termine pronto la tarde, este día, la semana. Para que ya todo deje de fastidiarme. No me gustó tener que ir a otra ciudad ayer. No me gustó el autobús ni la espera ni la cena ni el regreso. No me gustó encontrarme a las tres de la mañana bajo las luces fosforecentes de la papelería 24 horas para fotocopiar un examen. No me gustó llegar a casa y quitarme los zapatos y acostarme y darme cuenta de que la ciudad se me quedó puesta. No me gustó perder un sexta parte de mi sueño en darme vueltas en la cama porque no podía dormir. Ni tampoco tener que salir corriendo con la bolsa que no combina y el pelo recogido con gel. Me gustó, sin embargo, escuchar una voz dormida que desde la alcoba decía "Eres superwoman" y me otorgaba toda la admiración fraterna que un hermano dormido puede dar a las seis cincuenta de la mañana.

Hoy llegó mi regalo de veinticinco aniversario por correo. Venía en un sobre de Telmex.