2.29.2004

Qué caro comprar tiempo, distancia. Qué caro querer comprar unas horas en una ciudad desconocida que me parece que me gusta bastante. Qué encantadores los espacios, los colores, el clima. Qué horrorosa la gente confianzuda, la gente tonta, la gente enfadosa. Por qué me molesta tanto que me toque la gente? Que un desconocido me toque un hombro, me hable con demasiada proximidad? Tengo mucho trabajo pendiente. Tengo muchísimas cosas que arreglar. Pero que no se me olvide todo esto que traigo en el traicionero cuadernito mental:
El mercado, Madame Satá, un niño vestido de café cuyo nombre resultó una de esas coincidencias que obligan a hacer una mueca, el poema de veinte pesos, lo dulce que puede ser el chiflido de un hombre, lo tentador de huir para siempre y empezar de nuevo.