11.04.2003

He estado tratando de razonar con mi cuerpo. Anda necio. No entiende que yo quiero lo mejor para los dos. Para él -mi cuerpo- y para mí. He estado tratando de explicarle por qué no puede ir a verlos a ustedes, a tí y a tu cuerpo. Ustedes dos no tienen problema. Se entienden perfecto y actúan armónicamente. Yo ahorita no puedo. No puedo consentirle a mi cuerpo este capricho. Si no me necesitara, si no tuviera yo que ir con él, tal vez lo permitiría. Es en muchos sentidos, un cuerpo adolescente. Joven, impetuoso, rebelde. Carece de muchas cosas, adolesce, sufre. Pero se le va a pasar. Vendrá la ocasión en que él y yo coincidamos y entonces podamos darnos gusto los dos. Con ustedes, o no. No importa. Lo malo de batallar con este adolescente es que no lo puedo dejar castigado en la casa. Lo tengo que traer conmigo todo el tiempo, oírlo quejarse, tratar de convencerme. A veces se pone bastante pesado y con tal de que me deje en paz empiezo a considerar hacerle caso. Pero no.

Etiquetas: