11.12.2003

Hay canciones que te hacen llorar y recordar. Hay otras que te hacen bailar y cantar. Hay canciones que te transportan, claro. Pero hay pocas, en mi caso, que vienen con un video musical propio. El otro día venía hacia la oficina por la mañana. En el radio empezó "Matador", de los Fabulosos Cadillacs. De repente, tengo 17 años otra vez; tal vez recién cumplidos, tal vez apenas voy a cumplirlos. Hay un hombre calvo sentado en una silla. Uso talla 26. Tengo puestos unos Levi's 501 negros negros que mando a la tintorería para que no se despinten. Una blusa de spandex rojo de cuello alto, manca corta. Muy delgada, muy ajustada, rojísima, como los labios adolescentes que apenas han sido besados dos, tres veces. Como la sangre que chorrea del hombre calvo sentado en la silla. El pelo liso, café sin pintar todavía; muy largo. Estoy en medio de una pista de baile, rodeada de gente cuyas caras,excepto una, he olvidado. "Vientos de libertad, sangre combativa". Mis tacones negros, de trabita por los que asoma coqueto mi lunar del pie derecho, bailan enfurecidos. Es medianoche. Ya me tengo que ir.

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