6.06.2010

canino

Estos días, estoy medio enamorada de un perro. Un perro ajeno que me hace preguntarme si yo también debería tener un perro. Un cachorro divino que mueva locamente la cola cuando llego del trabajo, que me mira con ojos de inifito amor de perro. Que se olvida de mi abandono, que hace como que se va a portar bien cuando mi vecino me deja que la lleve al parque y que luego corre como enajenada ni bien abrimos el portón y me hace acobardar y decidir que mejor nos quedamos a jugar en el jardín.

Este perro me hace querer uno para mí. Hasta que recuerdo con tristeza que no puedo. Que no debo. Que el día que yo tenga por fin un perro ese día voy a darme por fin por vencida del género humano y no voy a hablarle más a nadie.