6.06.2008

Gertrudis II


Me despierta un grito. Son las tres de la mañana. El grito es mío. Un dolor muy fuerte en el oído. Estoy confundida. Me siento en la cama. Ya no está. Sí. Ahí. Gimo. Duele mucho. A esta hora y a oscuras, todo es confuso. Voy al baño. Ay. Ay. En voz alta, ay. Hay algo en mi oído izquierdo. Algo vivo que aletea. Vivo. Dentro de mí. Lloriqueo como una nena. Estúpidamente me asomo en el espejo del baño. Se detiene. Intento mirar. El dolor irradia a la quijada. Estaba dormida y todavía no sé bien qué hacer. Por lo pronto me visto. Aleteo. Hay algo que aletea en mi interior de la manera más literal y angustiante. Busco mi cartera. Llamo a Médica Móvil. Un tipo adormilado me informa que no pueden mandar a nadie pero. Se llena de aceite -puede ser de cocina- el oído...¿puede ser de oliva? ¿capullo? ¿extra-virgen? ¿importado?...luego espera quince minutos acostada y entonces puede proceder al hospital de convenio. Mi pediatra siempre dijo que nadamás el codo en el oído. ¿Aceite? Ni madres.

Tomo las llaves y mi cartera y me largo.

Cuando manejo empieza a invadirme el pánico. El dolor es fuerte pero intermitente. El aleteo también. ¿Y si se empieza a salir el mounstro mientras conduzco? ¿Qué hago si un cienpiés o un cucaracho o un dinosaurio empieza a salirme por el oído? Me falta el aire. Tun tun tun. La calle está vacía. Piso el acelerador.

¿Sí? pregunta estúpidamente el guardia de urgencias. Necesito, tengo, por favor. Presiona un botón y entro. El ER está en penumbras y las enfermeras hablan bajito entre sí. Me acerco a su mostrador como si fuera un oasis. Es que yo, la verdad. Me doy cuenta de lo ridículo de la situación. ¿Tiene algo en el oído? ¿Será un cucaracho? No. Lo. Sé. Aver, vamos a tomarle la presión. Secuestra mi brazo y me informa que se llama algo con igriegas y eses. No quiero que me tome la presión. Sáqueme esto de aquí. ¿Viene sola? ¿Manejando? ¿Cómo se dio cuenta? Contesto como puedo. Abra la boca, le voy a tomar la temperatura. No. ¿Viene sola? ¿Manejando? Sé que es protocolo pero insisto. Y después: Señorita, no estoy loca. Sonríe. No. Ahora traigo a la doctora.

Duele. Duele. No duele. Aletea. Duele. No duele. No duele. Aletea. Llega la mujercita y se asoma. Mh. No veo nada. No. No. ¿Duele? Ah. Sí. Es una hormiga. Y la está mordiendo, uy. ¿Mordiendo? Una estudiante se asoma tímidamente. Vamos a tener que hacerle un lavado. ¿Quiere ver, doctora? Incrédula, la cuasidoctora pregunta ¿yo? A estas alturas no me importa si traen al guardia del estacionamiento a hacer la intervención, pero ya.

Vamos a anestesiarle primero el oído. ¿Vino sola? Sí. Pues viene muy calmadita ¿eh? Si viera cómo vienen unos. Un día le quité un cucaracho a un señor. En pedazos. Una sustancia pegajosa recorre el conducto auditivo mientras se apersona una señorita burócrata ¿nombre? ¿fecha de nacimiento? ¿tiene seguro? ¿número de póliza? Le contesto como puedo y a los dos segundos se abre la cortinita. ¿Maztrichita, eres tú? Mi jefa. A las casi cuatro de la mañana. Me río nerviosa. Seguro que estoy soñando todo este numerito. Mañana despertaré con la loca idea de que una hormiga quiso instalar su oficina en mi oído. ¿Estás bien? Se me hizo oír tu voz pero no estaba segura. Sí, jeje, risa nerviosa, soy yo. Se ríe también y se marcha explicando que su hermana, un accidente, etcétera.

El equipo SWAT del Sanjo apunta con una poderosísima jeringa y prepara un riñón para capturar la debris. La estrategia es inundar mi oído y sacar a la intrusa a tehuacanazos. Rezo para que no vaya a llegar PETA ni derechos hormiguiles. Un chisguete. Grito sin querer. ¿Está muy caliente? Mucho. Está bien, falta uno más. Y entonces es como si me hubieran dado un golpe en la cabeza. Todo me da vueltas. Mal. ¿Doctora, es normal que ustedes estén dando vueltas, muchas vueltas? Sí. Así pasa. Dice algo del oído, el equilibrio, qué sé yo. Mamá. Es el techo volador sin alcohol ni baile de por medio. Intento bajar un pie. No alcanzo. Suben las baranditas para que no me caiga. Mire! Y está ahí, pequeñísima y roja, gluglugglu luchando por su vida. Maldita.

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2 Comments:

Blogger tremolotrueno ha dicho...

Mi abuela me decía que nunca me burlara de las desgracias ajenas, pero no me comentó nada de divertirme de ellas. Discúlpame, pero me alegraste la tarde con tu hormiga.
Saludos desde el sur.

6:59 p.m.  
Blogger La Maz ha dicho...

usté ríase nomás...no pasa de que se le suba a usted una hormiga también, en cuyo caso no desespere, que ya sabemos qué hacer sin tener que pagar...

saludos desde el norte...

12:40 a.m.  

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