3.10.2008

Santa Rosa de Lima

Es domingo. Sólo voy a estar unas horas más en esta ciudad. Este miniuniverso que tiene nombres de estados y de ciudades mexicanos. Mis amigos andan por ahí, comprando tamales, haciendo sus cosas. Sus amigos juegan fútbol en la Roma. No se suponía que fuera así. Encontrarnos. Una casualidad tras otra hasta que estamos sentados en el parque, mirando a los niños columpiarse. Lo llevo a ver el autobus que tiene cosas de luchadores en un costado del parque pero ya no está. Luego atravesamos una calle, otra. Hay gente por todas partes. Entre que me ubico y no me ubico. Preguntamos una vez, dos. Ah. Cierto. Para allá. Este camino lo he recorrido varias veces. En la esquina venden flores. Se detiene en la puerta de la iglesia. Cree que es una señal. Es bastante obvio que, me explica. Es un recuerdo, no una señal. Julio de 2006. En esta esquina peleamos. Después pegó media vuelta y se largó a terminar de escribir esa nota de la que me sentí tan orgullosa. Yo quise volverme a mi casa pero no podía. Así que me puse a chillar en plena calle, como idiota. Hasta que ví la iglesia. Uno siempre puede llorar a gusto en una iglesia. Esta iglesia que él cree que es una señal y yo sé que es un recuerdo.