1.20.2008

reseñas

Paquidermo. Me habían dicho que era como un diner pero no. A mí me pareció más bien un bistro onda L'Express, por aquello de que abren veinticuatro horas y sirven frenchified fare. Pero también tienen cosas orientales y hamburguesas. El lugar quiere mucho ser New York: con una pared de ladrillo (que no es exposed porque el edificio es nuevo) y la otra de azulejos blancos, con banquettes (por eso no es diner, los diners tienen booths), flores frescas, pizarrón con los especiales del día, baño unisex (no me dí cuenta hasta que me dijeron que "sólo había uno"), luces tenues, y todo. Y sí, es un poco como New York pero con más espacio y más limpio. La comida estuvo toda rica. El vino y el pato y la ensalda y la entrada de camarón envuelto. Al puré le ponen queso roquefort. Mh. Salvo las aspiraciones niuyorquinas, cero pretensioso. Buena atmósfera. La terminal no les funcionó (últimamente nunca funcionan las terminales en restaurantes, tintorería, etc), pero no era culpa de ellos, I guess. Es el tipo de lugares al que siento que debo de volver para que les vaya bien. Porque no qusiéramos que les vaya mal. Porque está chido ir a un lugar así afterhours. Y porque me falta probar un chorro de comida en el menú.

The Orphanage. Me encanta el cine pero no me gustan las películas de miedo. Cuando era niña y el objetivo principal de las pijamadas era ver películas de susto yo tomaba las cosmopolitans de las hermanas mayores de mis amigas y me sentaba a leer de espaldas a la tele (I know, weird). Todo con tal de no ver. Así que no tenía intenciones de verla, pero qué remedio. Me mandó un mensaje que decía que ya tenía los boletos en sala VIP, ¿y cómo decir no? Al principio me estaba durmiendo. Después no podría dormir. Pero la disfruté. Tiene buena fotografía, música, todo. Y luego me quedé pensando que es de esas películas que diez años más tarde te siguen asustando. Porque no hay hilos visibles ni trucos. Y es de miedo pero no es de miedo. Es más bien de angustia. De la angustia de una madre, de la angustia de los recuerdos. La enfermedad, la soledad. Una casa llena de historias. Las historias que no se cuentan pero que se quedan. Que nos acechan y nos llaman y nos invitan a descubrirlas. Hasta que podemos contarlas.

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