3.03.2005

pesadillas II

Termino de ver la tele y me pongo a leer. Una noche antes he visto Blow Up por fin. Sola. A oscuras. Después vuelvo a Las Babas del Diablo, no lo puedo evitar. A las nubes que pasan y vuelan. Eso fue otro día, otra noche. Anoche. Dos veces en pijamas en la calle. La primera, temprano, me hacen falta tomates. No puedo vivir sin tomates. Tomo las llaves y la chaqueta y no me molesto en ponerme zapatos. Las chanclitas chinas de vidriantes rojos compradas en la carretera nacional nunca pensaron que pisarían la nieve. Yo tampoco. Justo hoy hay tres muñecos comprando grocerías que me miran entrar en chanclitas y enseguida me olvidan. Tomo tres tomates y me largo. La segunda vez es después de la cena, los platos, la tele. También con pijamas. Necesito fumar afuera. He leído un capítulo lleno de estadísticas y pobreza y tengo que salir. Es medianoche. Otra vez molesto llaves y chaqueta y chanclitas y llevo todo afuera. Me llevo afuera. Enciendo un cigarro y recuerdo que el weatherchannel dijo menos seis centígrados. Ya ni modo. Cruzo la calle y miro los libros en el escaparate de la librería de enfrente. Nunca he entrado. Cuando era niña pensaba que las librerías eran los lugares más maravillosos. Todavía me gustan, pero no tengo dinero. Leo los títulos, desbarato la nieve con mi chancla. Miro mi edificio desde un ángulo diferente. Dos chicas y un chico pasan caminando erráticamente. It's so cold in this stupid city, dice una y el muchacho me lanza una mirada de disculpa. Sonrío sin despegar los labios. Pienso en que quiero escribir sobre Blow Up. Pienso que hace un año estaba en Oaxaca esperando que las maletas y las palabras zarparan de Chicago. En Oaxaca deseando quedarme ahí y que todo se detuviera. Por supuesto volví. Pienso en que todavía lo recuerdo todo porque apenas es un año. Pienso que voy a ovidarlo pronto. Pienso en el libro que me espera arriba, las ventanas apagadas en el quinto piso, nadie vive ahí. Mi ventana no da a esta calle. Lo voy a olvidar. Por eso el cumpleaños repetido, para que no quede así. Que no sea historia, volver a cumplir 25, para desechar este ensayo mal hecho del cuarto de siglo. Mi hermano y su cumpleaños diecisiete y el post que no publiqué. El vestido que está en camino y las lágrimas en los ojos. Es por el frío, por supuesto. Abro pesadamente la puerta y la segunda puerta y subo las escaleras y no conozco a los vecinos salvo a la que tiene el perro grande y vive arriba y va a misa los domingos y sabe mi nombre. Dèja vu. uv ajéD. Me meto en la cama, el cerebro raro todavía. Leo otro poquito, intento escribir. Abro el cuaderno dos veces, lo cierro dos veces. Apago la luz. ¿Estás bien? Una voz del otro lado de la pared, en donde hay luz. Ah, aquí también hay luz, ¿la prendí yo? Estabas hablando, ¿estás bien? No sé. Me levanto. Son las dos de la mañana. Respiro con prisa. Tomo un catálogo de muebles y me tumbo en el sillón azul. Otra vez no, no otra vez. ¿Por qué? La saliva es gruesa, tengo miedo. Ven, platícame qué soñaste. No lo sé. Entonces hablamos de la escuela y de los maestros y poco a poco el nudo se desvanece y de la alfombra que vamos a comprar y las persianas que necesito y las lágrimas se disuelven y todo está bien.