5.18.2004

Lunes. Otra vez. ¿Cuándo dejará de ser lunes? Quién sabe. Tengo años intentándolo y no se puede. Me despierto y descubro que no soy Helena de Troya ni mucho menos. Tampoco hay shampoo. Blusa nueva, anaranjada, pantalones grises, aretes coordinados. Tengo tiempo de dejarme el pelo suelto. Tengo sueño también. Tengo ganas de un cigarro, pero mi cuerpo no quiere. Ni modo. Llego a la oficina. Pendientes. Computadora. Mails atrasados. Una montaña de papel sobre el escritorio y no entiendo bien qué debo hacer con ella. Alumnos ajenos entran y salen y no siento en realidad haberles ayudado en nada. De repente, todo el mundo se conecta. Dos personas quieren saber qué tal la película. Otras dos quieren comentarme qué les pareció. Alguien me reprocha no sé qué cosas que no hice el viernes en la madrugada. Alguien más queda par aun café. Confirmo con las tres que hoy nos quedamos de ver para crepas y fondue. El auto-incapacitado se reporta para informar que lleva ya 8 horas viendo 24 y que sus perspectivas de amanecer mejor mañana son inversamente proporcionales al número de horas que faltan para que termine de ver la primera temporada. Argh.

Riiinggg. ¿Quién habla? Lizzy. Hola Miss, batallé mucho para encontrarte. Hola Andrés, ¿cómo estás? Charlamos un poco. Small talk de esto y aquello. ¿Cómo puedo ayudarte Andrés? Oye Miss, es que quería decirte que ya pasé todas, que ya no te preocupes. De pronto, el lunes se ve mejor. "Nadamás quería que supieras que ya las pasé todas. Hasta esa que estaba reprobando". Feliz día del maestro atrasado, me digo a mí misma y me quedo feliz.