5.20.2004

Estoy enojada con los ladrones de espejos. No hace tres semanas repuse los últimos y ya me los han vuelto a robar. Para que aprenda, por no haber querido comprar también los protectores. Por una cuestión de estadísticas dice Pablo. Mhh, tal vez. ¿Cuántos robos sufre el ciudadano promedio de esta ciudad al año? Tengo siete años de vivir aquí y jamás me habían robado nada. Tal vez hay muchos delitos de los que no he sido víctima. Mi teoría es otra. En realidad, estoy pagando por adelantado algo muy bueno que va a sucederme pronto. Porque los espejos, más los espejos anteriores, más mi actuación responsable de conductora resignada la otra vez, más el documento que he escrito para alguien como un favor especial, más el terrible hecho de que ninguno de mis alumnos haya reprobado (eso sí fue sin querer, lo juro), las lagrimuchas esas, más la fuerza de voluntad, las docenas de líneas que he escrito en estos días y he borrado, las contribuciones monetarias a todos esos matrimonios incipientes de los que he sido partícipe últimamente, más..., más..., más....

Algo bueno va a pasarme.