1.31.2008

sorpresa

Cuando salí de mi clase vespertina, sin comer y agotada, estaba esperándome. No en mi oficina. Afuera de mi salón. Me sorprendí un poco. Después, efusiva, Vineadecirte que me cambié de carrera por tí y que estoy súpersúper feliz. Por tu clase, por tí, estaba estudiando X y ahora voy a ser Y, ¡y mencanta! Después me abrazó, así, sin más aviso.

Dije su nombre medio titubeando, porque son tantos, y se van tan pronto y yo reseteo la memoria cuando termina el semestre. Pero no me equivoqué. Tiene un nombre de cuatro letras, como el mío verdadero. Un nombre fuerte, de mujer adulta. Un nombre serio. El pelo y los ojos muy oscuros, los ojos bien abiertos. Los ojos con una estrellita y todo. Una alumna que preguntaba sólo lo que hacía falta. Lo interesante. Lo importante. Una alumna callada y afanosa. Discreta. Inteligente. Con un cuerpo largo y breve que unos minutos más tarde me enteraría es el de una bailarina igual de seria y concentrada. Pero ahora brillaba. She glowed.

No tuve corazón ni ganas de decirle que moría de hambre. Me acompañó a mi oficina. Se sentó. Movía las manos como si en ellas hubiera castañuelas. Sus maestros, sus clases, las materias. Su incursión francesa en el verano. Sus planes de viajar a sudamérica. Y se saboreaba de decírmelo, y abría cada vez los ojos y me contagiaba. Una joven mujer enamorada de sus decisiones, del mundo, de todo eso que le espera. Y me sentí otra vez como ella. Y me sorprendí abriendo los ojos y poniendo signos de admiración yo también.


¿Cómo, cómo puede ocurrírseme que podría estar haciendo cosas más recompensantes?

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