12.29.2007

8:37

Son casi las nueve de la mañana. De un sábado. Del último sábado del año. Estoy despierta. La casa está en silencio. No puedo dormir porque ya empezó la tos otra vez. Es una tos como esta. Pero aquí no hace frío. Es muy chistoso ver a todo mundo con bufanda y abrigo y sudaderas. El otro día le decía a mi mamá que 18 grados no amerita. Y después, irrefutable: Si tu refri estuviera a 18 grados se te echarían a perder las cosas. Pero no hay caso. Es diciembre y hace frío. Háganle como puedan.

Hoy tenía que recogerlo del aeropuerto. Estaba marcado en la cuadrícula de su pared. ¿Qué salió mal? No tiene mucho caso pensarlo. No hay espacio para la autocompasión ni nada de eso. Ayer hablaba con O y pues sí, siete policías muertos en Zacatecas y los disturbios en Pakistán. Perspectiva. Así le hacíamos. Insertábamos las dificultades en "the bigger scheme of things" ¿te acuerdas?. Cuando pasaba algo que parecía terrible, recurríamos a la perspectiva. Un día vamos a recordar esto como "aquella vez que" y nos vamos a reír. Todavía no me estoy riendo. Otra vez estoy tosiendo. Ugh. Una tos seca y fastidiosa. No puedo empezar a dar clases así. Anoche vimos Habana Blues y todavía no me decido. Me gustó mucho la música, pero no sé. Lo peor es que terminar con un nudo en la garganta luevo de verla en estas condiciones is not much an indication of anything. Ayer me llegó mi horario del próximo semestre. Ésto era lo que yo necesitaba, ¿y ahora me lo dan? Ahora ya no sirve. Voy a preparar café. A veces siento como que me tocaba cuidarlo estos días. No, eso es lo que yo quería. Recibirlo. Bienvenirlo. El NYT tiene algo sobre los propósitos de año nuevo. ¿Por qué los hacemos? ¿Por qué ahora?

En mi escritorio hay seis libros que quiero usar este semestre. Leí la mitad de uno apenas. Otro era perfecto para mi tesis, todavía no me la creo que NYU no lo tuviera. Encima tengo que completar los requisitos de la capacitación. Leer un diálogo socrático y formular las preguntas. Ahora quieren que seamos socráticos. No me parece mal, la parte después del que. Me molesta mucho en cambio que ahora quieran. Así son. Ahora vamos a usar la tecnología. Ahora no. Ahora que trabajen en equipo. Ahora no. Hasta cierto punto soy afortunada. Respetan mucho mi expertise y me presionan poco.

Ya llegué a la mitad del libro de la Lessing. Me tiene muy, no sé. Ya hubo un suicidio. Y justo entonces hay una disgresión (¿existe, en español?); creo que por eso lo solté hace dos días. Me hace mucho pensar en mis cuadernitos. En toda esa vida interior que se queda entre las páginas domésticas. En las múltiples libretitas que pueblan mi existencia. Me encontré un cuaderno con pastas de cuero acá. Posiblemente el más caro que haya tenido jamás. Está casi nuevo. Lo recibí hace tres años, justo antes de irme a NY. En la primera página escribí seis propósitos. Tres los cumplí a la perfección. Dos a la mitad y uno de plano fracasó. Leo mis primeras impresiones de Nueva York. Qué distinta era. Escribí ahí semi regularmente hasta abril de 2005. Luego no hay nada hasta marzo del 2006, en donde me lamento de tener 26 años y no saber bien a bien para qué sirvo, para qué voy a servir. Hay angustia en la pregunta. Hay como prisa. Después una nota íntima, sobre cuerpos y sentimientos y ahí termina. Está prácticamente nuevo. Tal vez mi propósito debería ser llenarlo.

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