10.18.2007

despedida

Hace unos minutos leí su primer post de despedida y me largué a llorar. No, me puse chille y chille, como mexicana. Sus palabras me llegan hondo por muchos motivos. Los más superficiales: Yo también llegué a Nueva York una y me fui otra. Yo también entiendo que todo eso no cabe en una taza ni en un llavero ni en una estatua de la libertad de plástico. Yo no tuve despedida. La mía llegó con la muerte de mi abuela y de ahí se precipitó abruptamente y después, después como que la ignoré. Porque lo había dejado a él allá. Guardándome las calles, cuídandome el correo. Porque no me fui-fui, seguía leyendo el periódico, y recibiendo la Newyorker aunque atrasada y consultando Gothamist y llamando diario al 647 y algunas veces al 917 o al 212. Ahora es distinto porque ahora él también se marcha.

Dejamos New York. Ese otro pedazo mío que tomaba mate uptown y conocía bien el 7 al que yo pocas veces subí también se marcha y lo ha dicho de una forma que me mueve y me conmueve. Pero tiene razón, tiene razón cuando recuerda a Frank. Si la hizo allá. También puede hacerla en donde sea. También puede hacerla acá.

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