12.28.2004

Sin dormir

Anoche volví a tener insomnio. No había tenido tiempo de tener insomnio, la verdad. Y zaz, hace unas horas, como doce, para ser exactos, que me encuentra el insomnio. Yo dispuestísima, en la cama, y el insomnio que se asoma abajo de mi almohada. Me dí cuenta que estaba ahí cuando acomodé por quinta vez la almohada sin éxito. Ah, esa bola de pelos pegajosos bajo las plumas de ganso era el insomnio. Podía mover mil veces la almohada, no se iba a ir. Así que con la luz apagada nos pusimos a platicar. No, no fue el café extra fuerte que las amigas de mi mamá rechazaron en la tarde con el pretexto justamente del insomnio. El café no tuvo la culpa. El cuerpo no tenía frío ni calor ni ganas de fumar ni hambre ni nada. Tampoco era el cuerpo. Ah, el par de ojos verdes. Puede ser. ¿Qué hacemos con ellos, tú? Insomnio se lame las manos peludas y grasientas y dice que no sabe, que ése no es asunto suyo. Mta. ¿Será que no tengo donde vivir todavía? ¿Será eso? Inso-ahhh brincando sobre la cama, claro, y no me hace caso tampoco. Me pongo a darle vueltas sobre la cama, espero que pierda el brinco, el paso y lo atrapo. Lo abrazo fuerte mientras me llena de plumas y de pelos y de melcocha. Le canto una, dos, tres canciones. Del CD de Lágrimas Negras casi todas. De repente, son las doce del día. Insomnio ya no está. Me duele la cabeza. Se me fue la mitad del martes en pijama.