11.30.2007

retirement

Hoy vino con su esposo. Supongo que es su esposo. Un hombre canoso, medio calvo, de lentes. Se me hizo raro cuando los ví entrar, hablando bajo, atravesando los corredores vacíos de alumnos y, excepto por mí, que observo desde mi ventana, también de maestros. Ahora pasa él solo, con una caja de libros, la vista baja, concentrada en la tarea. Se va. Lo anunció al inicio del semestre. De mi computadora sale el vals de Amélie, en piano sólamente. Debe ser la música lo que me hace ver todo así. Después de treinta años se jubila. Tiene nietos. Ahora sube de regreso. Ella no ha vuelto a pasar por aquí. La imagino en el cuarto piso, tirando papeles, acomodando cajas, vaciando estantes. Quiere escribir la historia de nuestro país en cuentos, para que sus nietos que viven en Estados Unidos aprendan bien. A eso se va a dedicar ahora. Ahora, cuando vuelvan nuestros alumnos el próximo semestre no los va a recibir con la voz gruesa de Marlboros. Miro el desfile de las litografías latinoamericanas y las macetas y los libros y le deseo lo mejor, desde acá.