8.05.2007

cantinas

Qué delicia la amistad. Después de muchas semanas caóticas y desgastantes decidimos dejar de quejarnos intermitentemente por teléfono. Y es que muchas veces a eso se reduce nuestra convivencia. Llamadas apresuradas en el tráfico, dos, tres veces por semana. ¿Cómo estás nena? Y cada una toma un turno detallando las dificultades del día. Hombres, hijos, alumnos, jefes, autos, dineros. Ayer no fue así. Ayer nos llamamos por teléfono y nos dimos cita en un nosocomio de la ciudad. Ella tenía algún compromiso ineludible, decir que se mejore pronto, etcétera. Yo intenté esperarla afuera sin mucho éxito. Al final salimos. ¿Y ahora qué hacemos? ¿Qué tienes qué hacer? Nos miramos la una a la otra knowingly. Si nos íbamos a poner a enlistar lo que teníamos que hacer la tarde no prometía. En lugar de eso, nos las tomamos. Es decir, depositamos muchas monedas en el parquímetro del hospital para que mi auto siguiera estando ahí 8 pesos después. Vamos al centro. Un desastre llegar a cualquier parte, las desviaciones, la construcción de la infraestructura, etcétera. En una esquina está mi periquera, asoleada y triste. Regrésate güera, que a la mía se le rompió la charola, vamos a ver si la tienen. La güera, organizada y práctica tiratodo se escandavilla de que el asiento en el que aprendí a comer civilizadamente todavía se encuentre en mi universo. Regresamos a preguntar, por qué no. Setecientos pesos la silla me dice la señora. No quiero la silla, quiero la charolita, ¿la tiene? Ah, no, ¿cuál charolita? El gordo le dice, te dije que era para niños. Así nos vino oiga, la pura sillita. Bueno gracias. Al rato estamos en La Nacional atestiguando involuntariamente un partido de fútbol y tomando cervezas y comiendo carne seca atropellada, atropelladamente poniéndonos al tanto de nuestras vidas, compartiendo las angustias y los totopos, en fin, eso que nos gustaría hacer más seguido y no podemos. Una llamada de celular y nos tenemos que ir. El marido de ella nos espera en yet otra cantina, una donde hay rockola y en la tele muestran Rocky Horror Picture Show. Las mujeres queremos poner canciones. Los gringous se quejan de que haya que ponerle monedas si estamos consumiendo. Las monedas que teníamos se quedaron cuidando mi coche. Mi coche, que oh my, ya tiene el parquímetro vencido. Ah, pero es sábado. Pero las monedas. Al rescate, salido del estadio "estaba bien aburrido pero pos me invitaron" llega Don Shamán con el bolsillo llena de monedas. Y así se va la noche, con la Negra Tomasa y Macondo y Calamaro...Qué buena que es la amistad así.