8.04.2003

Adiós

Voy aprendiendo a decir adiós cada vez mejor. Todavía con torpeza, pero es la fuerza del momento, a pesar de la práctica adquirida. He aprendido que las lágrimas nunca son prescindibles, pero que no siempre deben ser espontáneas. He aprendido que con el amigo que se va puede uno llorar, porque las amistades no se acaban con adioses. También sé ahora que en el caso de los amores es distinto. Que en esos momentos es mejor guardar la lágrima para sí. Que es mejor dejar en el Otro el recuerdo de los besos que el sabor de las lágrimas. Que no hay motivos para llorar frente al que ya no nos quiere, el que ya no quiere. Porque llorar es quedarse uno sin el consuelo sincero, con la lágrima sin compartir. "Ya no puedo seguir contigo, pero ven y déjame abrazarte". No. No es bien.