8.23.2008

temazcal

Querido cuerpo. Yo tampoco sabía de qué se trataba bien bien. Pero o sea, ¿sí, no? Nunca habíamos sudado tanto. Nunca de esa manera. Medio a oscuras, con las cuatro luces cardinales. Y el tambor que simulaba nuestro tun tun tun. El que llevamos dentro y con el que últimamente me asustas. Te aceleras, cuerpo, sin razón aparente. La edad. Tomar el trastecito de barro lleno de avena y hierbas y sábila y seguir las instrucciones y untarte, frotarte, sacarte concienzudamente todo lo viejo, lo muerto. Porque somos otros. Yo por lo menos. Y si tú me dejas, podemos hacer algo para que tú también. Para que reaprendas. Para que estemos en sintonía. Después el agua, y temblaste un poquito. Está bien. Todo está bien.

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