11.01.2007

american airlines

Desde que me abroché el cinturón lo noté. Lo noté, y confieso, no dije nada. El olor era fuerte. Pero yo lo que quería era llegar pronto. Y entonces viene la azafata y dice que huele a quemado. Y entonces el piloto da vuelta en U porque el protcolo y yo qué sé. Después anuncia que siempre ya no huele pero que ahora no hay combustible y tenemos que volver igual. ¡Lo sabía! Era un olorcito nomás, no había de qué preocuparse. Aunque por lo visto la sobrecargo no piensa lo mismo y se encarga de decirlo. "Ay oigan pero es que sí olía mucho mucho a quemado ¿eh? Y yo francamente me preocupé, ¿ah? porque mire que es peligroso". ¿Qué no hay un manual de profesionalismo en el aire? Y concluye "Mejor que hayamos vuelto, mi abuelo siempre decía que más vale perder un minuto en la vida que la vida en un minuto". El regreso implica una demora y un "chequeo". Defino "chequeo". Dos señores de chaleco anaranjado fosforecente suben a la aeronave, con unos sofisticadísimos instrumentos de doble orificio - instrumentos mismos que todos los pasajeros también poseemos- y hacen snif snin. ¿No huele verdad?, diagnostica uno. No, dice su colega (he concurs). Nos dan luz verde y proseguimos.

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