5.22.2003

Lo llamaremos X. Equis es una persona cercana, quien ha comenzado a hacer un postgrado a regañadientes. No es lo que quisiera, pero es una prestación. Pasan los días, y las horas de comida, y el cine, los helados y los meses. Me doy cuenta de que X no ha mencionado más que dos veces el asunto tenebroso de la maestría. ¿A qué horas irá? ¿Será que tiene una doble vida, a la sombra de la cual cumple con este odioso requisito? Trato el tema con Y, quien convive igualmente con X y conmigo. La cito en un café urgentemente para hablar del tema. Estoy m uy preocupada. Y parsimoniosamente me escucha y me explica la verdadera razón del silencio. Equis ha estado viviendo bajo el yugo de dos asignaturas este semestre. Una la ha pasado satisfactoriamente, aunque bajo protesta. La segunda resultó ser un fastidio. Lecturas densas y tediosas. Síntesis obligatorias. Difíciles. Un día, Míster Eks se fastidia y omite una síntesis. Epifanía total. El sol vuelve a brillar. La nieve de yogurt con granillo es otra vez deliciosa. Equis es feliz otra vez. Desde ahora, no entregará ni una síntesis más.