8.15.2013

mesario

En tres horas hacemos diez meses. Hacemos meses, se dice. Ahora que lo domino, me fijo más de lo habitual en este idioma que me he empeñado en aprender. Porque empiezo a extrañar el mío. Porque me voy dando cuenta de que no lo estaba practicando para navegar sino para anclar. Nunca fue el plan. Venir, aprender, escribir, respirar, firmar, comer y comer y luego marcharse. ¿Te quedas? preguntan todo el tiempo quienes se enteran de la noticia, miran la sortija -la sortija-, comparan nuestros pasaportes. Te quedas, entonces, dicen. Y no sé si eso significa que de ahora en adelante tendré que decir cada dieciséis que hacemos meses, que fuimos enamorados ocho semanas antes de convertirnos en novios. Que el año entrante tendremos el matri. Que no haremos un brindis en los salones de ninguna iglesia porque eso no se usa en México. Que no tengo planes de cambiar ni mi nombre mi ciudadanía. Que sí, que somos felices de una manera cursi. Y que voy a comprar un vestido y a besarlo y a abrazarlo todos los días de mi vida. Que me quedo con él y él conmigo.