9.30.2011

Todo el invierno anduviste diciendo que no hacía frío en este país. Hasta que hizo. Estos días toses, te frotas los dedos, aprietas los dientes. Te pones medias igual. Las compras en el supermercado. Las farmacias de este país no se ocupan de mercancías tan frívolas. Te observas las pantorrillas después de bañarte. Es posible mirar una indicación del músculo aquí y una formación del hueso acá. En el ascensor el espejo te devuelve un par de ojos estupefactos. Los pómulos recién estrenados. No sabes quién es esa mujer. La chica que se esforzó siempre por tener respuestas. La muchacha autosuficiente. La profesionista capaz. Ahora no. Tienes sueño. Hambre. Cuentas moneditas. Evitas mirar tu estado de cuenta. Te preocupas de hacer las preguntas necesarias. A ti que nunca pisaste el terreno de la ignorancia. Que te encontrabas del otro lado del signo de interrogación. Que, dice la leyenda, te enseñaste sola a leer por aburrimiento. Y justo cuando quisieras que alguien te tome la mano y te enseñe a trazar una línea, a deletrear una sílaba. No hay nadie. Te compras una minifalda. El reloj hace tic toc. Pronto deberás olvidarte de ellas.

9.19.2011

ocupaciones

Una chica de pelo largo dice: estoy empezando otro poemario.
Un hombre anuncia a las cuatro de la mañana que ha sacado el cuadro a secar.
Una amiga querida se toca el vientre y tiene un hijo con los ojos abiertos.
Alguien más apaga un cigarro en Barcelona y firma un libro.
Ese chico baja del escenario y termina su concierto antes de tomarte la cintura.

Todos cosechan, producen, entregan.

Tú terminas un plato de tallarines, compras un boleto de avión, respondes un mail,
entregas unas revistas, te pintas las uñas, escondes el diario que escribes.
Y a eso te dedicas.

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