3.28.2009

aftermath

Ya pues, ya fue.

Cumplí, festejé, etceteré. Vinieron los más queridos. Todos. Los de lejos llamaron, escribieron, felicitaron, abrazaron desde sus allás. Las fotos de los varios festejos se ven bien. Y eso, dice gueywatcher, es todo lo que importa. Pero la pasamos fantástico ¿no? Sí, sí, sí, pero no importa qué tan buena estuvo la fiesta, explica, si en las fotos se ve horrible, entonces es como si hubiera sido terrible. La realidad digital. La oportunidad de borrar y cortar y pegar. No sé por qué a finales de los noventa predecíamos la hiperrealidad como lo que venía. A mí me parece que es la hiperfalsedad. Que todo se vea como si. Es todo lo que importa, me repito. Facebook, case in point y fin de la reflexión, blablablá.

Los chicos de otro tiempo llamaron todos después. Lo cual sólo confirma que pertenecen a otra era. A mi juventud. Los hombres del pasado. Luego de que el último paga su tributo anual y manejo a casa me doy cuenta de que ninguno está aquí. Aquí no quiere decir conmigo, eso ya se sabe. No, aquí. En esta ciudad que parece no es lo suficientemente grande para todos. Me pregunto si debería alegrarme o preocuparme. Cheers, con un blanc de zinfandel, tecleo y me alegro con la llegada de la primavera y mis treinta. La oportunidad de cerrar uno y otro capítulos.

Ahora la oportunidad de escribir otra vez. De nuevo. Como si ya fuera grande. Elegir mejor.

3.23.2009



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3.19.2009

presque--rien de rien

Estos días han estado nublados. No me cabe la menor duda de que si no veo este sol de casi primavera es porque la sombra de los treinta -de mis treinta- está ahí para que no se me olvide que ahí vienen. Que ya llegaron y más me vale. Jueves. T-4. Siento eso mismo que debe pasarle a Jack Bauer mientras el relojito bipea como idiota. Me siento tonta. Tonta de preocuparme. Tonta de no estar lista. Can I get an extension?, me gustaría saber. ¿Hay manera de mover un poquito el deadline? Porque me faltan algunas cositas. Abro la Moleskine. No hay lista. Síntoma. Desde hace un año y pico he dejado de hacer listas. Simplemente hago o no. Pero sin escribirlo. Porque me he inventado una rara superstición en contra de las listas. Antes lo anotaba todo, lo preveía todo, lo planeaba todo. Y después de apoquito iba tachando. Ah, la satisfacción de no tener ese pendiente, el que sea. Hojeo la Moleskine roja del 2009. Nada. Registro pagos cada quince días. Hago garabatitos aniñados cada veintipico. Lo importante no está en el papel ni sobre las líneas. It's in the back of my fucking head. Encaramada en mi hombro derecho, la desgraciada. Treinta y ni libro ni hijo ni árbol. Nada. N-a-d-a, lo escribo en la oficina, con el café frío por un lado y Charriots of Fire afuera, en el patio. Muy apropiado para escribir sobre el cliché. Muy cheesy la obsesión. Muy soltera-profesional-siglo-veintiuno. Bridget Jones, Rachel Green y Carrie Bradshaw santodiosquéspanto. Antier fui al gimnasio y corrí. Nada raro excepto que yo no suelo correr porque me agito. Pero el martes el dedo subió la velocidad bip bip biiip hasta que para quedarme en la banda hizo falta correr. Correr como si no hubiera mañana. Como si pudiera volver ahí, a donde los treinta no nublan nada. Correr de espanto porque no quiero convertirme todavía en esa persona adulta. Porque ahora será verdad. Porque se acaban las excusas y los mientras y la oportunidad de subirme a bailar en la mesa, borracha sin mayores consecuencias. Porque ahora sí hay que ahorrar y preveer. Y comer pan y queso y pasta todos los días ha dejado de ser posible y en vez me obligo a la manzana en la mañana, ya se sabe que one apple a day keeps the doctor away. Y el doctor, tan away el güey, con la manzana o sin ella. Y aquel otro, ese chico preguntándome cuándo voy a renunciar y a tomarme la vida en serio. A crecer y ser valiente. Un ratito más, quiero decir. Para ponerlo todo en orden. Para seguir usando fleco y haciéndome trenzitas a la hora del yoga. Para olvidarme de ir al dentista sin arriesgar una muela. Para hacer berrinches que se quitan con un nuevo par de zapatos o un cigarrito irresponsable. Para no tener que preocuparme por el fin del mundo as I know it.

3.17.2009

La Edad de los Aguafiestas

Entre que el puente y el trabajo y que ando en la loca por las cosas de siempre, también ando con la angustia un poco. La del paso del tiempo. Así que mejor los invito a que pasen a leer lo que sobre los 30 dijo este marzo el querido Marco Avilés en la querida Etiqueta Negra. Por lo pronto me voy a la azotea. A ver si.

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3.11.2009

hecatombe

Apagué el despertador, de mal humor. Otra vez me maltripié con el asunto de que el iPhone sugiere Cancelar o Posponer?? cuando suena la alarma. Ahora mo recuerdo cómo dice. Pero sé que todas todas todas las mañanas la forma verbal me causa problemas. Igual estuve posponiendo quince minutos hasta que no quedó más remedio. Me levanté, de mal humor. Me metí a bañar, con música y todo, de mal humor. Salí escurriendo y de mal humor a elegir la ropa que me pondría en este malhumoroso día. Puse café. Last.fm en el iPhone se paró otra vez, insufficient content, se disculpa con una sonrisa burlona. Frente al espejo, corregir lo que se pueda y esconder lo demás. De mal humor me percaté de que se me terminaba el delineador para los ojos. Regresé a la cocina, a verter el café en el tarro y dejarlo un rato abierto, no fuera ser que puta madre, me salpiqué, auch, la mano. Volví a secarme un poco el pelo, cambiarme la blusa otra vez. Argh, resoplo, urgh, chingao. Empaco la bolsa del gimnasio, el maletín con las tareas -las tareas que otraveznoterminé-, cambio la pantunfla por el zapato. Regreso a la cocina a ver si el café, por fin, ya se le pegó la gana atemperarse. Y en el camino, ah sí, comer algo, una manzana. Alargo el brazo al refri y suspiro, dieciocho meses sin intereses, voy apenas en el pago nueve. Desde la puerta del congelador, el cuadrito del 23 en el calendario de la New Yorker parpadea insistente. Cuando llegó en el correo le pinté el día del cumpleaños de negro porque obvio, qué horror, los treinta. Así que lo ignoro y abro la puerta, me inclino, saco la manzana. Cuando la cierro me doy cuenta de que hay algo más. Alguien agregó nueve letras solemnes al cuadrito del veinticuatro. Ajusto la vista.

Y ahí, en medio del malhumor y de la inminencia del cumpleaños treinta, el hermanuel con discreto espíritu grafitero ha escrito en el día posterior al día que se acerca, resignado:

Aftermath.


Entonces me río. Me río de verdad y en voz alta. Y el mundo está bien otra vez.

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3.10.2009

guilty

Últimamente soy in-so-por-ta-ble.

Exhibit A:

Llego al super, y me cruzo con una chica que viene de salida. Mirada altanera, bolso de logotipos, sin compras. Avienta un papel al piso. No se le cae. No disimula. Avienta un pedazo de papel encerado al piso y se relame los dedos. No hace fila para salir. Simplemente se marcha. Ignoro si pagó por lo que se acaba de comer o si era una muestra gratis. La detengo. Se te cayó eso, le digo, con solícita y fingida. Ella se sorprende. Voltea me mira. Mira el papel. Me mira a mí. ¿Eso? Sí, insisto y entonces me acerco a la bola de papel. El guardia nos mira a las dos y sabediosquécosaseimagina. Ah, y entonces da la media vuelta, eso es basura. Me inclino a recoger el papel y ella detiene su orgullosa retirada. ¿Ah, entonces tiraste basura, aquí, la tiraste, sí? Balbucea algo. Me le acerco y como que tiene miedo y retrocede. Se marcha sin saber qué decir. Yo me quedo con el papel en la mano y me río. ¡Me río! ¡En voz alta! Después encuentro un basurero y lo aviento. Me sigo riendo. In-su-fri-ble, me digo meneando la cabeza.

No further questions.

3.09.2009

indiferencia

Cuando yo lo ví todavía respiraba. Eran las cinco de la tarde del domingo. La calle estaba desierta excepto por él, que yacía en la esquina de Múzquiz frente al parque de béisbol, una cuadra más adelante de donde yo una vez atropellé un perro que no se murió. Cuando divisé el bulto, me bajé a la calle y disminuí el paso. Todo estaba en silencio. Una pareja se miraba a los ojos sentada en el zaguán a seis metros de donde estaba el hombre tirado. Despreocupados, echando novio. Lo miré con pudor y seguí adelante. Tan pronto como alcancé a subirme a la acera otra vez, escribí mentalmente: En este barrio nunca veíamos cosas así. Este era una colonia residencial. Nunca de clase alta, pero sí de gente de trabajo. Dignified, pensé y recordé la sesión sobre la dignidad humana de mi clase de Ética. Luego me distraje eligiendo la pasta para la sopa.

Luego de que pagué, retomé mi postit mental y me lamenté de no haber comprado nada que pudiera ofrecerle: un pan, una fruta, algo. ¿Cómo me le voy a acercar, me reí? Acá, garrapatié en mi conciencia dominical que hoy vestía de chanclas y no se había peinado, acá mi abuela se hubiera sorprendido de ver un hombre sucio y despeinado tirado en plena banqueta. ¿Qué nos está pasando? Al doblar la calle vuelvo a divisar el bulto y algo en mi interior se oprime un poquito. Pero no es suficiente. Otra vez me bajo a la calle y aprieto el paso. Me detengo bajo la sombra de los árboles y veo que está temblando. ¿Será eso una convulsión? Miro a la pareja. Siguen ahí, ahora están de pie, recargados sobre un auto. El tipo me da mala espina. Leo un letrero detrás de la mujer "Se rentan cuartos baratos por tiempos cortos". O algo así. ¿Qué diablos es este lugar? El cuerpo mueve despacito la pierna sin tumbar el refresco que está a su lado. No está haciendo frío. ¿Se le habla a la policía? ¿A una ambulancia? El tipo me ve con cara de qué tanto miras mientras la mujer le toma la mejilla. El bulto tal vez sea de ellos. Tal vez este no sea mi problema.

Vuelvo a casa, con algo apachurrado adentro. Se lo cuento a mi hermanuel. Cenamos. Vemos tele un rato. Trabajamos. Después él tiene que ir a la farmacia. Cuando vuelve me lo anuncia. Sigue ahí pero ya no respira. Ahora hay dos policías preguntándose qué hacer, tratando de volver todo a la normalidad. Excepto a él. Que no volverá a vivir. Que no se volverá a levantar.

3.06.2009

guayabera

Lo mejor de todo es que no tienes que decirlo para que lo adivine. ¿No?

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3.05.2009

fi-lo-sa


I.

Es sábado a la mañana. Estoy sentada a la derecha de la novia en la despedida de soltera. Una invitada pregunta: ¿y cómo la conoces? Sonrío y esquivo. Insiste ¿conoces al novio? Sí. Sonrío más. A otra invitada -ella sí cómplice- casi se le sale el café por la nariz. Hasta que la agasajada toma cartas en el asunto y declara que soy exnovia de su prometido. La interrogadora abre mucho los ojos. Nos acusa de ser openmain. Después dictamina: No. Yo no te hubiera invitado.

Y por eso -sigo sonriendo- no anduve con tu marido. Ni soy tu amiga.


II.

Miércoles a la noche. Me deslizo en el ascensor como beisbolista en home. Safe. Las puertas se cierran. El único tripulante de la caja metálica declara: Entonces sí se puede correr usando tacones. Sonrío. Sí, se puede. Hace falta la clichesística música de elevador. Mira mi blusa y pregunta coqueto y confianzudo ¿y por qué tan arreglada? Sonrío. Quedan tres pisos. El estudiante desconocido insiste ¿tenías una presentación? Sonrío antes de darle la estocada final.

Sí, supongo que sí. Los profesores tenemos presentación todos los días. Planta baja. Adiós.

3.03.2009

martes

Esta semana no avanzo nada. El trabajo se sigue apilando. Los correos sin atender languidecen en el inbox de la misma manera que mi planta lo hace en el recibidor de la casa. Los alumnos ahí, ahí. La escritura, ausente, el Moleskine rojo avergonzado de contener sólo registros de pagos. En los últimos días, tres textos me ocupan. Ninguno es mío. Un par de ellos son boberías que me quitan el tiempo pero que debo igual leer y corregir. Porque accedí. Después, el otro texto. Acercarme a él de puntitas, con un lápiz primero. Darle vueltas a las palabras como si estuvieran en una vitrina de museo. Animarme a poner un dedo encima, luego otro. Ir tomando confianza. Moverlas de lugar. Tachar alguna. Borrarla y desborrarla. ¿Por qué me importa tanto? Después, la torpeza. El guardia que viene y me regaña (la primera vez que fui a MARCO un guardia me regañó enfrente de un montón de gente por masticar chicle) y me corre de ahí, mire-lo-que-ha-hecho-con-esto. Y avergonzada me voy a mi rincón. A volver a ser maestra.

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3.02.2009

edad

Con la edad uno se vuelve tolerante a unas cosas e impaciente ante otras. Decidir no bañarse el domingo. Salir a la calle así y sentirse bien. El volumen de la voz de otras personas en la mesa, insoportable.

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