5.31.2005

Reto Doméstico

Yo venía a otra cosa. A prepararme sí, pero en otra cosa. Yo venía a ser una mujer cosmopolita (cosmopolitana, dice Shamán), a conocer el mundo, a ejercitar el cerebro. Y nada, que me encuentro que me trajeron con engaños a una escuela/centro de rehabilitación/reality show, con pruebas y toda la cosa. Algo así como una Academia de Domesticación para Muchachas Rebeldosas (ADMR). Estuve fuera brevemente y regreso a encontrar una lista exhaustiva de mis responsabilidades domésticas durante el verano. El flasmeis se largó a tierras cálidas, a un apartamento con alberca y cancha de tenis y sol y me dejó encargada la casa. Afortunadamente también me dejó todo limpio, pagado, ordenadísimo y el refri con una cantidad decente de comida. Ahora tengo que mantenerlo todo así, y de ser posible, mejorarlo.

Me congratulo en reportar que el Día Uno del así denominado Reto Doméstico transcurrió sin contratiempos. Deshice la maleta todísima y no contenta, la llené de la ropa de invierno y la puse (no sin la dificultad mortal de tener que subirme a la silla con rueditas con todo y beliz) en el estante superior del clóset. Ahora tengo más espacio abajo y la ropa de verano está completamente disponible. Hasta la acomodé por tipo de prenda, las mangas cortas juntas, los pantalones a la derecha, las faldas todas en el gancho especial, las blusas de rayitas a la izquierda, las de salir-salir más allá. La clasificación por colores vendrá después. Recogí el correo y lo acomodé y separé de acuerdo al destinatario (y sí, son más de dos, porque todavía hay exinquilinos que reciben correo aquí). Devolví las películas de Netflix, acomodé los libros que me había llevado y ordené la mochila. Fui al súper y acomodé todo en el refri. Preparé un galón de té helado y planée los menús de la semana. Después me puse a ver Sex and the city y cené una suculenta pita con lechuga, aguacate, jamón y queso. Ahh. Prueba uno superada.

Espero que al final de esto me den mi certificado de Aptitud Doméstica. Entiendo que existe la alternativa de optar por el Grado Superior de Actitud Domesticada también, pero por lo pronto me conformo con lo primero. Me pregunto si además del diploma y las cartas de recomendación, el programa también incluye un servicio de colocación/bolsa de trabajo. Espero que sí.

5.30.2005

10:43 PM

Great going Miss Mexico. Ya te había perdonado la persignada de hace cinco minutos y sales con esto. ¿Qué libro es ese??? Y si ganas, eso nomás demuestra una cosa. Obvio.

Memorial Day

Llegué cansada pero dispuestísima a escribir. Necesitadísima de escribir. Luego que me voy dando cuenta de que es Memorial Day, una jolidei nacional. Yo soy muy respetuosa de las costumbres nacionales. Voy a descansar entonces, como todo el mundo aquí.

5.26.2005

niñerías

- Dale un beso a tu tía Maztrich – dice mientras lo sube al auto y lo acomoda en el asientito.
- ¿Ella viene con nosotros? No quiero que se suba a mi coche, mamá- contesta el enano todavía con un Han Solo narizón en la mano.
- Ya me voy, corazón, dame un beso, y me agacho y pongo el cachete a su alcance.
- Te vas a ir con, con, con, con, - y mira a todos lados en el estacionamiento, mi ride ya está con el auto encendido.
- Tu tía Fulanita Abraham, se llama Fulanita
- Sí, me voy a ir con Fulanita
- ¿Tú no tienes carro?
- No chaparro, yo no tengo ca...
- ¿Se te rompió tu carro?
- No, lo vendí
- ¿Lo dejaste en la tienda?
- Hijo, dale un beso a tu tía Maztrich, ya nos tenemos que ir
- ¿Dejaste tu carro en la tienda?
- No, lo vendí
- ¿Se te olvidó en la tienda?
- Mhh, lo llevé a la tienda y lo vendí.
- ¿Y por qué lo dejaste en la tienda?
- No, me lo cambiaron por dinero, en la tienda
- ¿Y lo vas a recoger al rato?
- Abraham! Sí, sí sí lo dejó en la tienda, verdad Maztrich? Dile que sí, porque si no, no nos vamos nunca...

Entonces me da un beso pegajoso y su madre cierra la puerta y se van.

5.25.2005

normal

Auxilio. Tres días más y me tiro. De verdad. Ya no puedo. No quiero saber más de marcas ni de precios ni de regalos de esposos. De terrenos y de ayudas domésticas y divorcios inminentes de "otra gente" (porque eso le pasa a otra gente) y de suegras nefastas del demonio. No quiero montarme en otra conversación Mercedes Benz rumbo a los matrimonios ajenos de las muchachas que fueron conmigo a la escuela. ¿Hay alguien que me quiera regresar a mi normalidad?

recordatorio

Querida Maztrich:

Imposible comprender tu repentina y total amnesia estilística. Espero que ahora, frente al espejo, recuerdes con precisión por qué dejaste de usar fleco hace más de diez años. Mírate bien, ¿te das cuenta? No era que no se te hubiera ocurrido nunca, tonta.

5.22.2005

unsuitable

Intercambiamos un par de emails con motivo de una oportunidad para hacer algo productivo. Alguien dijo que él podía contactarme con alguien más. Después sugirió que nos encontráramos. Yo no podía. Después el no podía. Al final nos pusimos de acuerdo. No me quedaba claro si era date o entrevista. Sonaba interesante. PhD student, credenciales Ivy League, mails chidos. Además dijo que quería conocerme. Tal día después de la comida, para un cafecito. Cuando iba a llegar pensé, seguro es feísimo. Súper banal, ya lo sé, pero había que tener las ilusiones domesticadas. Cero hacerse ilusiones, pero una vocecita decía, ojalá que no sea feo, ojalá que tenga bonitos ojos.

Chale, se me olvidó pedir que estuviera disponible.
No importa que no sean re-guapos, nomás que no estén casados.

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5.21.2005

deberes de hija

Y bueno, alguien tenía que tomarse la botella de tinto que los padres no osaban descorchar desde sabedioscuándo. Es difícil ser la única.

Hic.

trip to stepford

Nunca fui rebelde, lo juro. Abanderada, maestra de ceremonias, encargada de las lecturas en la misa, bienportada, ejemploparalasdemás. La que decía no gracias cuando a los quince alguien llegaba con un cargamento delictuoso de caribe coolers. La que decía idiota como el peor de los insultos cuando las demás aprendían a decir palabrotas con los labios rojos de estuche revlon verde matte. Esa era yo.

Me gusta disfrazarme, ser una persona diferente. Esta madrugada, a las nueve de la mañana, me puse el disfraz. Los tacones altos color beige y los pantalones color camello y la blusa rosa de florecitas gay. Los aretitos a juego, la colita de caballo con el pelo planchado, la pulsera delicadita. Me abstengo de llevar el moodring, esas cosas no se hacen. Todo en diminutivo y con bonita letra. Mi compañera inseparable del colegio tenía baby shower y lo organizó de tal forma que coincidiera con mi visita. Cómo son las cosas. Cuando teníamos ocho años, se pusieron de moda los bebés pelones. Ella tenía uno y yo tenía otro. Nos gustaban porque tenían el cuerpo aguado, como de bebé de verdad, y la cabeza y las manos se veían muy reales. Entonces, claro, jugábamos a ser mamás. Hoy mientras me enchinaba las pestañas pensaba en eso. No sólo jugábamos a las mamás. Jugábamos también a que téníamos casas y trabajos. ¿A quién de las dos se le ocurriría esa parte de la historia? Llegábamos de la oficina a cuidar a nuestros bebés respectivos. Mi hermano menor fungía de mascota (Fígaro, se llamaba, a sus cinco años maullaba dócilmente entre nuestras piernas llenas de respones) y el más pequeño relevaba a alguno de los muñecos para darle realismo a la escena.

De pronto tenemos 18 años más. Muerdo una fresa cubierta de chocolate y miro alrededor en la mesa. A, boda en septiembre, dieta intensiva. C, bebé en etapa 3 de Gerber. V, segundo trimestre de embarazo, dos rebanadas de pastel, por favor. Do, nadamás falta de llegar la peineta para la mantilla española que eligió ponerse en su boda en noviembre. De, visita a NY suspendida porque hay que hacer los pagos del enganche de la casa. Di, platicándome de su trabajo como schoolteacher mientras yo le detengo al pequeño RJ para que la deje comer. Dos desconocidas de nariz operada, anillos deslumbrantes y maridos de buen apellido discuten métodos de planeación familiar. Dl, recién renunciada del trabajo en la empresa familiar para poder terminar en paz de crecer la panza y comprar chambritas. S no pudo venir porque está en casa de sus papás aburrida de lo lindo a causa de un embarazo de alto riesgo. Suspiro. Me gustan. A veces pienso que me gustaría tener sus manos impecables y sus camionetotas y el cabello largo largo con luces y las blusas de encaje con collares de plata y los celulares miniaturas por los que los maridos les ladran que van a irse en las motos el fin de semana al rancho. Todávía me da mucho shock.

Tampoco me preguntaron nada. Perfecto.

5.20.2005

normal

Una puede empezar a sentir que una no es nadie cuando regresa y se da cuenta que ya no tiene celular ni auto ni cama propia ni lugar en el escritorio ni libros en los estantes ni dinero en las cuentas en pesos de la vida que antes era la vida de una. Luego una va y se apersona (a una le hacen favor de apersonarla, porque una no tiene cómo llegar de otra forma) en el cafecito de siempre para ver a un par de amigos muy queridos y una se encuentra a alguien a quien originalmente no iba a ver. A una le da gusto, seguir teniendo contexto y referencias y gente amorosa que la vea a una y le regale un abrazo genuino.

- ¿Y qué tal tu compañero de vida?
- No es mi compañero de vida. Es mi roommate. De hecho, es mi flatmate, son dos cuartos.
- Es que viven juntos, hacen vida juntos, es tu compañero de vida. A mí no me importa que no duerman juntos, o que no tengan cosas juntos, ¿te das cuenta? Vi-ven-jun-tos.
- Pos es que...
- Es que tú piensas que eso es normal, pero nuesnormal, o qué (y aquí me doy cuenta que no podré nunca hacerle justicia a los gestos y a la entonación), tú crees que esoesloquehace la gentenormal? Vives en Nue-va York, co-nun-hom-bre que no-es-na-da-tu-yo y derrepente te subes a un avión y vienes y luego te vuelvesair...eso no-es-normal. Eso no es lo que la gente hace.

Le miro los lentes. Siempre ha tenido lentes bonitos. La miro con el café de mis domingos interminables como telón de fondo. La miro con su blusa que esconde al bebé que todavía no sabemos si es niño o niña y las manos cuya argolla se posa sobre el vaso de capuchino frío. La miro y recuerdo algo. Es posible que antes yo no viviera en otro país y esas cosas. Pero antes -entonces- ya cada una pintaba para lo que íbamos. Cuando volvía de alguna de mis escapadas de media mañana en la preparatoria y tomaba la mochila y me largaba por fin a mi casa, mi agenda ya llevaba anotada con su letra la tarea para mañana. Yo no lo descubría hasta el otro día. Yo no me daba cuenta hasta que me enteraba que debía hacer una exposición en una hoja de rotafolio para la clase siguiente y ella sacaba la hoja de rotafolio de su mochila y decía : Ay, María Maztrich, aquí está la hoja y el plumón, y esta es la página que tienes que copiar para presentarla al rato.

Me doy cuenta.
Me doy cuenta.
¿Será que me doy cuenta?

5.17.2005

please take a number

Sí sí sí sí. Aterricé ayer, y hasta que no me asomé por la ventanilla no me había dado cuenta que hace mucho no veía un paisaje que fuera puro horizonte. Mi hermano en el aeropuerto, con la sonrisa y los chistes de siempre, a punto de convertirse en licenciado. Qué rico sol, qué ricos cerros, qué rico Monterrey en mayo y mis amigos esperando. Qué delicia los tacos del papalote, la limonada bien fría y las papas con chorizo de mi abuela para el almuerzo. Qué bien saben los Marlboros rojos de menos de dos dólares, las pláticas con las amigas en las terrazas por la noche y las llamadas para ver si ya llegué. Sí. Ya llegué. Sí, tenemos muchas cosas que contar. Sobre avances de preparativos de bodas y sorpresivas bodas intempestivas en el desierto este verano. Sobre las fiestas que me perdí y las cosas que aprendí. Sobre los centímetros que han crecido mis sobrinos postizos y las bugambilias nuevas de mi abuelita. Habrán de tenerme paciencia y entender que ahora soy peatona. No tengo coche (carro pues), pero pueden venir por mí.

5.15.2005

(inventos)

Después de venirse a vivir a Nueva York - o a estar un ratito en Nueva York- uno pierde toda necesidad de inventar. Aquí ya todo ha sido inventado. Aquí uno deja de mentir, todo es probable, o posible, o ambas. Así qué chiste. Pero es verdad. Uno voltea a un lado y recoge un personaje, uno se sube al metro calladito, para el oído y se consigue una trama. Uno se queda mirando sobre la acera y concibe un mundo alternativo.

Domingo, dos de la tarde. Biblioteca Pública de Nueva York (la de los leones -los mamíferos, no los que pasamos el día leyendo- afuera), salón 315, ala sur (debe ser el ala sur, considerando la forma en que la calle cuarenta y dos se asoma por los ventanales, en todo caso, en donde entregan los libros con terminación non). Transcribiendo desesperadamente las últimas líneas de los últimos libros que utilizaré como fuentes en mi trabajo cuyo vencimiento se acerca a una velocidad vertiginosa.

Un hombre de camisa verde con cuadritos blancos. Lo he visto antes por aquí, su rostro me parece familiar. Sus rasgos están entre los de Elmer Gruñón (sin escopeta), Quique mi ginecólogo (sin la corbata de moño) y Alex Zyntek (sin los lentes). Se sienta a un lado mío, en el número 69. Yo estoy en el 67. Muevo un poco mis hojas para no incomodarlo y, sobre todo, para mirar qué lo trae por aquí. Un libro negro de pasta dura con una swastica (ya lo sé que no se escribe así) roja y el fondo negro. O al revés, ya no me acuerdo. Entonces me doy cuenta que en lugar de escopeta, lentes o corbata, usa un yarmulke (o tal vez kippah, cómo demonios saberlo) negro. Me mira brevemente y vuelve a su lectura y yo a mis libros. A los diez minutos desaparece. Momentos más tarde me hace falta mi marcatextos, la mochila, el zipper, ah, pensé que se había marchado pero no, ahí está, leyendo su libro sobre alguna cosa holocáustica. Cuando es evidente que no voy a poder con todos los libros, mer dirijo a la fotocopiadora. Elijo una que está ocupada pero que queda frente a mi lugar 67, para poder vigilar las cosas que he dejado sobre la mesa. Entonces me doy cuenta. No me estoy volviendo loca. No era mi imaginación que se inventaba que estaba y luego ya no estaba. En los quince minutos que me tardo en la fila y luego en la máquina, lo veo cambiarse cinco veces de sitio. Toma su mochila, su libro y se para. Parece que ya se va. Camina entre las mesas, elige un asiento y se acomoda. Lee (o finge que lee) menos de tres minutos. Voltea nerviosamente a todas partes. Toma la mochila y se levanta. Camina por entre las mesas, se tropieza, se sienta junto a una muchacha despeinada con audífonos y camiseta de tirantes. Repite la operación cuatro veces más.

Si no hay que inventarlos, ahí están, solitos.

5.14.2005

aaahhh

Hace dos mil palabras puse una Pacífico en el refri.
Hace una hora y media me metí a bañar.
Hace cuatro visitantes a puraspalabras hablé a Lombardi's.
Hace mucho que no me sentía tan ligera.


Hace exactamente veinticuatro horas que lo renuncié.

Apenas dos hojitas, llenas de renuncias. Renuncié a todo, renuncié a su abandono y los sueños con él. Renuncié a tener sus hijos hipotéticos y a sus canciones y a sus películas. Renuncié a ser la Maga de su Horacio y el silencio acompasado de su mordida al viento. Renuncié a cada poro, pestaña y cadera. Renuncié a todas sus destrezas y sus fallas. Renuncié a su futuro unido con el mío. Renuncié a sus ciudades de atmósferas de vino y velas. Renuncié sin leer lo que había renunciado una línea antes. Renuncié a seguir llorando por él y deposité las últimas lágrimas sobre el papel. Despacito, sin prisas. Sin preocuparme de que nadie me viera, el teléfono apagado y la voz repitiendo lo que la pluma decía a todo volumen. Te renuncio con todas y cada una de tus letras, y después renuncié a cada una de sus letras, una por una, hasta que se fue la ese final del apellido de su madre. Renuncié a escribir el libro de la promesa que no se cumplió. Renuncié a regalarle la ciudad que soy y esa en la que habré de convertirme. Por escrito y en voz alta. Después le pedí a Joaquín unas palabras prestadas, esas del adiós que no maquilla un hasta luego y del nunca que no esconde un ojalá. Después las hojas de mis renuncias desaparecieron despacito, lento, a oscuras. Las cenizas se quedaron toda la noche ahí. No me moví hasta que mis ojos terminaron de vaciarse del último recuerdo (y si te ví no me acuerdo). Después dormí doce horas.

Hace rato que me miré al espejo me dí cuenta de que esta vez la mujer enfrente mío era yo.

5.13.2005

perdonar

Ya lo sé que no es hora de postear (¿cuándo es hora de postear?), pero me salí de bañar hace rato con algo más que agua escurriendo del cuerpo. Una duda me recorría. Leí en la mañana que el rencor nos impide crecer. Después, mientras la espuma y la esponja y la regadera me acordé de un libro de la Restrepo. Yo no lo he leído, pero ella leyó un fragment el otro día en la Universidad. En algún pasaje, una prostituta vieja le dice a una joven que se niega a hablar algo así como: Escupa mi'ja su pasado, porque si no se le pudre dentro. Entonces, tal vez esto que tengo atorado y no me deja hacer nada más es un perdón pendiente. Ya lo sé que muchas veces he dicho que perdono, que eso está perdonado y olvidado, pero tal vez, tal vez, y esta es la duda que tengo, el perdón es una función relacional, o como se diga. Es decir, no se puede perdonar al que no quiere que lo perdonen. ¿Será? Necesito regalarle mi rencor, porque no se puede depositar en otra parte. Decirle, toma, mira, esta carga ya no me pertenece, la estaba cargando por tí, pero ahora que te he perdonado es tuya, y es ligera, porque es un regalo de amor. El que perdona ama más que el que no perdona. Tal vez él no quiere que lo perdone porque sería cargar con un amor que siente que no merece. Es cierto, es posible que no lo merezca, pero hoy, justo hoy, he dejado de querer seguir con estos orgullos y estas olvidaciones ficticias. Quiero perdonarlo de verdad. Quiero decirle, voy a dejar que te vayas porque te he perdonado por fin. ¿A dónde me dirijo? ¿Dónde entrego este perdón que me está pesando? ¿Dónde lo pongo tú?

NYPL

NYPL
NYPL,
originally uploaded by maztrich.
Un post manual, como los que la gente escribe cuando no tiene un blog. Esas cosas que se le ocurren a uno cuando viene de regreso de la biblioteca y se para peligrosamente en la orilla y se siente un hueco en el cuerpo, como el de caer desde un edificio muy alto.

5.12.2005

credibilidad de la fuente

Chale.

La sabiduría ancestral está muy desprestigiada hoy en día.
Le regalo a mi abuela una noticia el día de las madres, nuevecita, fresquecita para que se la ponga en los labios y la presuma a todo el mundo y resulta que nadie le cree.

Sí, sí voy a ir. El lunes nos vemos por allá.

4:47 A.M.

Están tocando el timbre, me levanto con un salto. Está oscuro, es de noche. No entiendo pero tomo el teléfono y contesto. Me acuerdo de decir Yes? en lugar de bueno. ¿Qué horas serán? Una mujer dice algo del otro lado pero no entiendo nada. Repito confundida Yes? Esta vez sólo entiendo que dice Appartment ten. Hay una urgencia en su voz, algo que me apura. Acerco el dedo al buzzer. Todo está en silencio. Está oscuro, es de madrugada, estoy sola. Despacito, como para que la mujer no se dé cuenta que la voy a ignorar, cuelgo el receptor en su lugar. Este es el cinco, no el diez. Tengo miedo. Tal vez era una vecina que se quedó afuera. Pero es muy tarde, y yo no conozco a la vecina. Tal vez, hace algunas horas, ¿cuántas horas? Ah, van a ser las cinco, entonces hace como tres horas, una pareja peleaba en la acera del edificio. Lo sé porque todo estaba callado excepto sus palabras iracundas que se colaron por la ventana y me impidieron dormirme inmediatamente. Hasta me asomé con cuidado por la ventana, pero no distinguí nada. ¿Y si era la mujer que discutía? ¿Y si necesitaba ayuda? No se me ocurrió asomarme a la ventana que da a la calle. Me asomé por la mirilla. Tonta, si tú no le abriste cómo va a entrar al edificio. Me acomodé en mi cama con el ojo pelón. Ahora ya sabía la hora, la circunstancia, el sentimiento, que no la razón. Después empezaron a timbrar en el departamento seis. No sé si alguien le abrió.

5.11.2005

locks

No pensé que me fuera a suceder esto. Tengo un hueco en la garganta. Un agujero. Regresé de la biblioteca cansada, con mucha ciudad encima. Con metro y libros y notas y pendientes y los primeros sudores de la temporada. Cuando se hizo de noche me dí cuenta de que estoy sola. No la soledad existencial de siempre. Circunstancial, cotidiana la soledad. Saber que no está y que no va a llegar. Acercarme a la puerta y poner la cadena es diferente. Esta noche y las que siguen sólo estoy yo de este lado del cerrojo. Cuando vivía en Monterrey no tenía miedo de quedarme sola, me encantaba. Sé que disfruto estar sola, sin embargo hoy, hoy no sé, es diferente. No es miedo, es nadamás como el vacío, el silencio, la contundencia de ser una. De ser al vacío, sin contexto ni referencia. Tampoco es que pasemos mucho tiempo juntos, en realidad cada vez menos, por las ocupaciones de cada quien. Pero tocar base, I guess. Decir ya llegué, que alguien sepa que uno está a salvo en su casa o que todavía está en la calle, a la deriva. Proclamarse cansado o hambriento o fastidiado y que haya alguien que lo escuche, que diga ajá, ahí hay queso o pizza o jamón, ven a ver tantito la tele, ¿quieres pedir algo de cenar?, a mí me duele la espalda, ya duérmete, ojalá que termines pronto, mañana se vence el gas, me despiertas cuando te vayas, ya no hay jugo.

juters

Eso de que a una la requieran a una despedida de soltero pudiera parecer sospechoso, ofensivo e incluso. (No, no me falta nada, el incluso es lo último que va antes del punto y aparte).

En realidad es re-divertido, particularmente porque fui en plan de invitado y no de atracción. Just like one of the guys.

Lo malo es que luego esos chistes no los puedo andar repitiendo por ahí.

5.10.2005

chapeau

Ayer te leí. No en un libro, porque todavía no tienes veinte años y será a los veinte cuando te publiquen tu primer libro. No en un artículo del periódico, porque no hay ningún periódico que te descubra todavía. No te leí tampoco en un correo que me hayas enviado, porque rara vez intercambiamos correos. Te leí en tu blog al que llegué sin darme cuenta. Es decir, sin darme cuenta de que era tuyo. Algunas cosas me parecían familiares, pero debo reconocer que no lo estaba esperando. No reconocí que la familiaridad fuera tan literal. Tu prosa es inteligente y madura y limpia y la construcción de tus oraciones es exquisita. No puedo describir lo que sentí, porque no soy tan buena como tú. La emoción era parecida a la forma en que tiembla la luna reflejada en un cuerpo de agua. Pero esa metáfora es de Cortázar, me parece, y alude a un sentimiento amoroso. Yo también sentí amor, pero es diferente. Ése que se relaciona con el gozo de mirar lo bueno que es algo hecho por alguien muy amado.
Ése que viene de adivinar las cosas que habrás de crear y conseguir.

El orgullo silencioso de ver al hermano menor, al más pequeño, como el más grande de los tres.



P.D.: El mocho estuvo de acuerdo conmigo, así que no hay fijón.

5.08.2005

Puras Palabras

Es raro, de un tiempo para acá, que escriba sobre el blog. Es algo consciente y voluntario. Por alguna razón no me gusta escribir casi nada sobre el blog. En el blog sí, claro, prácticamente todos los días, pero no sobre el blog. He leído tanto sobre el tema que no me quedan ganas. Además, es raro leer algo sobre blogs en general cuando uno tiene un blog particular. Me parece que la razón está en que un blog puede ser una cosa tan íntima que nos duele oír a otros hablar de él como si lo conocieran. Uno tiende a pensar muy seguido "mi blog no es así". Como cuando se juntan cinco mujeres diferentes que han salido con el mismo hombre y habla cada una de él y las demás piensan para sus adentros "conmigo es diferente, conmigo no es así". Blog es una palabra genérica para un conjunto de cosas que la mayoría de las veces tienen poco en común. No sé. Nunca he querido teorizar sobre los blogs, aunque tal vez debería. Los conozco de cerca. Por alguna razón, escribir en un blog exige también leer blogs.

Hoy es un día diferente porque es el día del blog. De este blog. Hoy hace dos años tuve mi primer blog. Tal vez sea la relación más duradera que he tenido de dos años para acá. La más incondicional y absoluta. Puede parecer triste. Como el otro día que me dijeron, nadamás son tú y tu computadora y tu blog. No es cierto, porque si así fuera no habría qué poner en el blog. Aunque pudiera ser cierto que ahora vivo de una manera diferente y la culpa es posible que sí sea del blog. Me dí cuenta un día cuando iba manejando al trabajo por la mañana. Apagué el radio para oírme mejor. Estaba ensayando en la cabeza unas palabras que iba a venir a escribir acá. Recuerdo que poco después de eso ví a Cristina Rivera Garza en MARCO y platicamos brevemente mientras me firmaba su último libro. Le conté de esta nueva conciencia. Ahora cuando me pasa algo, constantemente estoy pensando en la forma que voy a decirlo. ¿Cómo se convierte este sentimiento/hecho/pensamiento/conversación en un post? Cómo hago para que "esto" se convierta en puras palabras.

Puras palabras ha sido importante por muchas cosas. Al principio, no sabía bien para qué lo quería. Era un cuaderno más, pero más cool. Era como un gadget brillante y nuevo que me preciaba de poseer. Escribía de todo y de nada. Copiaba poemas, canciones, afanes. Estaba buscando mi voz. Creo que esa fue la razón principal para tener un blog. Quería escribir y el blog por alguna razón me pareció un método adecuado. Se convirtió en un almacén electrónico de catarsis. Antes de llamarse "Yo y punto" tuvo una crisis de identidad de orígenes similares a la que tuvo un perro que tuvimos mis hermanos y yo cuando éramos niños. Lo llamamos de diferentes maneras hasta que decidimos que debía llamarse Valentín. Así este blog. Hoy me da vergüenza pensar en los diferentes títulos y descripciones que tuvo en sus inicios y estoy segura que el blog también se avergüenza. El template era una cosa que me parecía re-cool: tenía un código que hacía que el fondo cambiara de color continuamente. (La verdad es que todavía me parece cool pero no podía hacerle nada al template y me frustré).

Más allá de las formas, el fondo, y sobre todo, la manera en que el texto ha ido creando contextos. Al principio éramos yo y mi blog, yo y punto. No había nadie más. No recuerdo cuándo fue la primera vez que me dí cuenta que alguien me leía, pero sé que entonces empecé a escribir de otra manera. Tal vez ahí empecé a desarrollar eso que Cuitláhuac llama el vicio del blog: la conciencia del lector. No lo sé. Sé que tímidamente le compartí el link a un par de amigos. Sé también que una noche de octubre, mientras platícabamos de disfraces de halloween, le pasé el URL a un hombre que vivía del otro lado de mi mundo. Esa noche fue definitiva. Horas más tarde, él escribía sin que yo lo supiera todavía:

"Llegue a Blogger a traves del blog de alguien mas. Odio que no puedo poner acentos. Por supuesto, respeto su privacidad. [...] Estoy sentado frente a mi laptop, vistiendo unicamente mi bata, me la puse hace dos horas con la intencion de baniarme y no he logrado juntar energias para hacerlo. No, en realidad, no quise baniarme porque estaba leyendo un blog. Un blog de alguien que ha sufrido, de alguien que se busca y no se ha encontrado (que trivial). De pronto siento gran empatia por esta persona. De pronto lo entiendo todo. [...]"*

Pronto descubrí que uno podía enamorarse del blog de una persona como si se estuviera enamorando de la persona en realidad. Empecé un segundo blog. Un blog que se convirtió en la mitad de una relación epistolar. Lo disfruté mucho, escribir para que él también escribiera. Algún día volveré a visitar ese blog y a su contraparte. Una vez me dijo entre risas: Algún día, cuando tú o yo o ambos seamos famosos, algún oscuro estudiantillo pedorro escribirá un trabajo sobre la intertextualidad en nuestros blogs y descubrirá cosas que tú y yo no sabemos. No fue necesario que se escribiera un trabajo para que lo descubriéramos meses más tarde. Sufrimos intensamente. Creo que él también sufrió. En mayo del año pasado escribía en sus últimos posts unas palabras con un extraño sabor a lágrimas:

"Ha llegado la primera paciente de la tarde. Es hora de volver a levantar esos mecanismos dichosos. Gracias lucrecia, autriz, lectora, escritora, maestra, señorita L."

Yo todavía no sabía nada. Yo lo leí y pensé que todavía quedaba un librero por llenar, que se nos iba a pasar, como lo demás. Pensé que todavía teníamos el verano, porque inclusive en junio, una vez. Después nunca más.

Entonces me volqué todavía más en el blog. Me puse a escribir furiosa, obsesivamente. Como si fuera manda. Como si fuera terapia. El blog y nada más. Creo que fue entonces que empecé a darme cuenta que había un reducido grupo de lectores que se interesaban. Todavía siento una sonrisa muy grande cuando leo algún comentario. Todavía me sigue sorprendiendo que alguien se tome la molestia de decir algo, de reaccionar, de sonreír, de asentir desde alguna computadora remota..

También por esa época empecé a ir al taller literario. Llegué y dije "tengo un blog" como quien dice "soy alcohólica" y aprendí a taparme con las manos el abismo. Hoy me doy cuenta que tal vez estoy cansada del blog. He mirado brevemente las palabras de antes y me gustan más que las de ahora. No me parece que eso sea positivo. Sé que no puedo dejar de escribir. Estoy segura de que no lo haré. Tal vez el blog necesita descansar. ¿Cómo sabe uno que un blog ha pasado su fecha de caducidad? ¿Cuando sabe amargo? ¿Cuando huele feo? No encuentro la etiqueta que diga Best before:. Tampoco voy a ser dramática y a decir que ya no más, porque me conozco bien y sé que esto va a seguir. Además, sería algo muy deGaullesco, muy de presidente berrinuchudo cuando dice, "si quieren que me vaya, nomás díganme, de veras, de veras díganme y me voy" para que entonces todo mundo corra y le diga, no, no, no te vayas ándale, porfa quédate otro ratito y entonces le dan permiso de ser un déspota.

Releo un poquitito lo que dice más arriba y me quiero arrepentir. Es raro que relea un post antes de publicarlo. Tal vez han sido dos o tres posts que se me quedan en el cajón de drafts, por algún pudor mal encauzado, pero intento que no. Aunque a veces me quiera detener un poco, porque me acuerdo que x o y se pueden sentir ofendidos o aludidos o, o,...Pero no se trata de eso, diría Shamán. Lo extraño a veces porque siempre tenía un comentario sobre puraspalabras. A veces me marcaba todavía muerto de la risa y me decía, no manches, cómo te fuiste a quedar con las llaves del coche adentro. A veces me escribía para decirme que si no podía dormir le marcara, en lugar de andar tecleando posts despeinados. Otras veces me vio con reprobación y dijo: Eso es pornografía del alma, pero ándale, allá tú.

Ha habido de todo en estos dos años: Palabras contentas y palabras cansadas, corazones rotos(bueno, uno solo, pero en varias ocasiones y en múltiples pedazos), cumpleaños, bodas, tareas, alumnos, películas y muelas y libros. Fiestas, librerías, regalos, dates frustrados, borracheras, vestiditos inapropiados , compañeros del taller,abuelas y vecinas metiches. Hubo incluso una vez palomas, conejos y trapitos. Autos descompuestos y cuerpos caprichosos, clases de yoga y hamburguesas, conciertos y noches insomnes. Posts aburridosde martes a mediodía y posts de madrugada de estrellas frente a lagos congelados. Posts sobre sueños y planes y desviacionesde los planes, posts sobre hipocondriasy amigas superpoderosas y preparatorianos traviesos. Posts sobre puentes y ríos y posts sobre la inmortalidad del cangrejo. Sobre mi madre y el guardarropa y bebés que no han nacido y flasmeis desconocidos y quasi-hermanasque se van a vivir a Canadá. Muchas ciudades. De las de verdad y de las que son personas. Herencias y moretones y ropa interior malportaday, y, y,

Me gustaría que este post hubiera sido breve. Tal vez una estadística que no poseo, como chorrocientasmil palabras en dos años, repartidas a la largo de xx posts. Y punto. No me felicito de nada. Me sorprendo, yo creo. Es como mirar un poquito atrás y saber que en 104 semanas no he dejado de escribir. Dos veces al menos por semana, y casi siempre más que eso. Que cada coraje, sonrisa, despedida, lágrima, canción, ciudad, persona ha quedado documentada.

¿Qué se hace con eso? ¿Dónde se pone esta vida? Esto, esto, esto que no son más que puraspalabras.

*Por alguna razón siento que traiciono algo al publicar palabras que no son mías. Pero sí son, porque me las regaló, como quien regala un olor para guardar en el recuerdo.

5.06.2005

Que hacer

Qué hace uno, cuando los profesores han terminado de bailar con las alumnas.

Qué hace uno cuando hace horas que los chips and dip se han terminado.

Qué hace uno cuando le regresan vacío el traste que a las cuatro y media llegó lleno del pico de gallo más caro del mundo.

Qué hace uno cuando las canciones más chidas ya se repitieron tres veces.


Uno toma su traste y su chaqueta de mezclilla y las cinco copas de vino en la sangre y un taxi, y se marcha a su casa, por supuesto.

chillona

Ayer se me fue la mañana en llorar como magdalena. Horrible, a moco tendido. Como si hubiera un muerto tendido, diría mi mamá. Después se me secó el cerebro y me fui a la escuela a leer un rato. Cuando ya me iba me encontré a unas compañeritas y me obligué a socializar. Fuimos un ratito a un lugar de cervezas y después mejor las convencí de que fuéramos a comernos una de mis hamburguesas favoritas. Qué cosa tan deliciosa, soul food. Después, cuando llegamos frente a mi edificio me dio la impresión de que querían pasar. Yo no quería que pasaran. Estaba cansada, harta. Me esperé a que les diera suficiente frío como para que se despidieran ellos primero. Luego subí y me puse a ver una película. Mentira, antes me habló mi mamá, quiero que venga pronto. Después sí puse The Notebook. Otra vez me puse a llorar como idiota. Porque estaban viejitos, porque se querían, porque a ella se le olvidó. Me puse a llorar porque yo ya no corro a los brazos de un hombre que quiere que tengamos un casa. Me puse a llorar porque me acordé de cuando queríamos tener cuatro bebés y una casa con muebles rústicos. Me puse a llorar porque me acordé que esta ciudad es una promesa que no se cumplió. Me puse a llorar porque mi roommate estaba dormido y yo no. Me puse a llorar porque tenía tarea sin terminar y estaba viendo una película.Me puse a llorar porque era de noche y ya estábamos en mayo y, y, y,

Luego me dí cuenta que soy muy predecible. Que mi estúpido cuerpo funciona como un reloj y me hace llorar aunque yo no quiera. Que de esto no me voy a morir. Y que si ultimadamente me muero sólo es cuestión de asegurarme que ocurra de tal manera que me quede sangrando profusamente sobre el piso de la cocina para que lleguen los vecinos y me rescaten.

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beanslaughter

Ya me puedo imaginar los encabezados (Mexican student involved in homicide).
Ya me puedo imaginar las conjeturas (Seguro ella se lo despachó a él, aunque la verdad está muy alto, tal vez fue él a ella)

Lo que no me cabe en la cabeza es cómo fue.

Esta mañana tocaron la puerta. No buzzearon, tocaron directamente a la puerta. Me asomo. La esposa del super (porque el super no está) acompañada de un vecino. Qué raro, jamás he cruzado más de dos palabras con cada uno. Yo en fachas, porque estoy haciendo frijoles refritos. Sí? Tiraste algo al piso? Cómo? Tiraste algo al piso? Y se asoman un poquito a mi departamento la olla maltrecha se sonroja. Bueno....sí, hace un rato se me desbordó la olla de frijoles y pues se tiró al piso. ¿Cómo saben, estará prohibido, olerá a quemado? No entiendo nada. Ahhh, it's food. Ok, ok. ¿Cómo? Es que en la tienda de abajo tienen una fuga y la dueña de la tienda dice que es algo rojo y espeso y quería llamar a la policía porque piensa que es sangre. You know? She thought it's blood, but we wanted to come and check first.

Sí bueno, no es sangre. Aquí nadie ha salido herido. Mi honra y mi orgullo sí, of course. Ahora soy la vecina frijolera que quema las cosas y las tira al suelo. Hay que decirle al flasmeis que se pasee por el edificio estos días porque con eso de que ya se va de vacaciones no vaya a ser que piensen que sí le hice algo y lo desaparecí.

Chale.

5.04.2005

Me alegró el día. Un exalumnito que mescribió nomás para decir hola miss, te deseo existo. Luego la sopa de tomate favorita. Estaba cansada, adolorida. Extraño a mi mamá. Me sentí vieja a la hora de la comida. Es tan difícil irse. Todavía no lo logro por completo. Estoy como con un pie aquí y otro allá. No quiero escribir en spanglish y sé que todavía no puedo escribir en inglés. No sé si quiero escribir en inglés. Urge adelgazar y encontrar un trabajo para el verano. Hay muchas cosas. Hoy ví ofertas para nannys y mother helpers. Lo malo no es que estoy academically overqualified. Lo malo es que, la verdad, me dan flojera los niños así como para trabajar. Pobre del profe ayer que se chutó las cheves con la OEA en chiquito. Qué coraje me dio estar todavía dormida cuando fue la última clase. Mi oportunidad de oro para parecer re-lista tirada a la basura. Le interesó mi argumento y yo de bruta sin saber qué decir por el sueño y ser zombie y eso. Chale. Perdí una cosa que quería postear hace mucho. Empecé el Hombre Duplicado. A veces quiero volver a ser como yo.

bomberos de primer mundo

Llamémosla Nina. Supongamos que viene de un país escandinavo, por decir algo, Noruega. Vive en México, por decir algo, Monterrey. Alguna vez la hipotética vikinga se reunió con sus amigos mexicanos a jugar Taboo. Quienes conocen el juego saben que el objetivo es lograr que otros adivinen una palabra sin mencionar ciertas otras que están prohibidas, de ahí el título, taboo. Durante la partida, en la que uno puede imaginar que hubo alcohol, cigarros, gatos de nombres rimbombantes y al menos un par de divorcios inminentes, se da un incidente gracioso. Nina intenta que las mexicanas adivinen alguna palabra misteriosa que involucra hombres sexis y sombreros. Después de mucho grito infructuoso, se revela que la palabra era Bombero. La pobre Nina es objeto de burlas y carrillas injustificadas e inferencias sobre sus fantasías. Hasta ahí la anécdota de la infamia.

Hoy la historia está del lado de los vencidos. Hoy la historia se reconcilia con un pasaje oscuro de burla e incomprensión. Las pobres mexicanas que no saben que en el primer mundo las cosas son diferentes.

La historiadora estuvo en el supermercado. Un camión de bomberos (la estación está una cuadra más abajo) se estacionó enfrente. No vestían de rojo ni tenían sombreros. Tal vez serían diez, hablando en voz alta, secándose el sudor con la mano, empujando un carrito al que los demás iban y venían con singular alegría introduciendo papitas, cervezas, refresco, jamón...
Me quedé como tonta mirándolos. Eran todos guapísimos. Después se marcharon

La semana pasada una amiga me llamó por teléfono y me preguntó por el Míster (en lugar de, por supuesto, por el Máster). ¿Ni un bombero o un policía? me dijo. Eh? Ya ves que allá los bomberos son requetelindos, me dijo.



Ahora lo sé.

5.02.2005

gloria

Me levanté temprano. Salí a comprar un bagel con el pelo mojado. Me vine a la biblioteca en plan de paracaidista. Con ropa cómoda y termo y sandwich (ahora sí) y una bolsa inmensa de Doritos. Estoy leyendo. Tengo que terminar el paper para hoy. Se vence mañana, pero lo tengo que terminar hoy. Estoy leyendo:

"Repelé. Hablé pa' 'trás. Fui muy hocicona. Era indiferente a muchos valores de mi cultura. No me dejé de los hombres. No fui buena ni obediente" (Gloria Anzaldúa, Borderlands/La Frontera, 1987)

Estoy leyendo.

5.01.2005

libros de pintar

A veces me doy curiosidad (como la curiosidad que me da a media tarde de saber cómo estoy y mirarme el mood ring) y me regreso un poco a lo que he escrito antes. Entonces leo y leo y me doy flojera. Me miro en esas palabras atropelladas y recuerdo. Cuando era niña me pasaba todo el tiempo. Mi mamá me regañaba porque me terminaba los cuadernos de pintar muy pronto. Atrabancada. Machetona. Prieta, pero ahora sí disfrútalo decía cuando comprábamos algún otro libro todavía sin color. Me sentaba en la mesita de mi cuarto o me acostaba de panza en el piso con la caja de colores enfrente. Las crayolas en cajas de 24 o de 64. Las de 64 me gustaban más porque traían colores raros como plateado y dorado y rosa metálico y crayolas fosforecentes y muchos tonos de morado. Y entonces me estaba toda la tarde calladita, afanosa, pinte y pinte. Coloreando, dirían otros. En mi casa nunca dijimos colorear, y todavía me sabe ajena la palabra, un gusto como a guayaba. Pintaba muy mal, a veces para arriba y para abajo y otras a los lados, me salía de la raya. Cuando por fin logré que mis trazos furiosos se quedaran en los límites establecidos por los señores dibujantes que hacían los cuentos de pintar, seguí pintando mal. Mi mamá y su sensibilidad artística debían sentirse terriblemente acongojados de que yo fuera tan mala para pintar. Combinaciones chillantes y trazos duros y fuertes. Suavecito, prieta, para un solo lado. Debí repetir para mí muchas veces la frase aprendida en el kinder pararribayparabajosinsalirsedelaraya en esas tardes de ocio afanoso. No podía volver a poner los colores en la caja hasta que no terminara. No podía guardar el libro hasta que cada una de las páginas hubieran sido debidamente coloreadas (con este tiempo se antoja una guayaba) y firmadas. Firmaba todo. Había que poner el nombre. El nombre y la fecha después. Cuando aprendí que una apóstrofe era la manera adulta de no nombrar el siglo y quedarme sólo con las décadas. En script y manuscrita, mi nombre de muchos colores y garigoleado. Eso era lo que tenía, el afán ese de seguir y seguir y seguir hasta que se acabara el libro. Por eso aprendí a leer antes de tiempo, por eso la señorita de kínder le pedía a mi mamá otros 10 dólares cada quince días, porque la niña se había terminado el segundo Libro Mágico otra vez. No compone la letra, pero ya se lo terminó, qué le vamos a hacer. Así ahora. Ahora me da pudor y no firmo con mi nombre pero sigo con los trazos esos fuertes y duros. Con las combinaciones chillonas. Ahora sigo duro y dale y teclee y teclee y escribe y escribe. He contado ocho cuadernitos ayer que acomodé el librero. Todos empezados. Uno en cada mochila, bolsa, mesa. El de las florecitas laqueadas en el escritorio. El de las tapas de cuero, junto a los libros pendientes. El miniatura de espiral en la bolsa café. El journal de cuadrícula celeste con flores de colores diferentes en cada página en la bolschila rosa. El de Anne Taintor en la bolsa de velour con flores. El otro día me encontré uno en la cocina. Un boleto gastado de avión convertido temporalmente en cuadernito. Y asì me voy, dejando la vida en trazos desordenados y feos, hasta que me compren otro cuaderno. A ver si ahora sí lo disfruto.