9.30.2004

Cumpleaños

Hoy es su cumpleaños. Le marco por teléfono en la mañana mientras me dirijo al trabajo. Todavía está oscuro, pero ella ya está despierta. Hay que arreglar a los niños antes de que se vayan al colegio. Hay que estar lista para el trabajo y terminar la tarea de la clase de maestría. Mi héroa, lapagüer pof güera. No nadamás es esposa joven y mamá cool y profesionista ocupada. Es curadora de corazones rotos y porrista de amigas atolondradas. Cómplice de manicure y compinche de cigarro. Rubia despampanante, norteña claridosa, esposa bilingüe. Buena para los tequilas y los consejos. Anfitriona cálida y guardadora de secretos, cómo la quiero, me cae.

Feliz cumpleaños B.



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9.29.2004

Chillón

No aguantas nada, de veras. A ver si ya te vas comportando por favor. Ya lo sé que te estaba gustando tomarnos una pastillita de Voltarén todos los días, pero enough. Tampoco se trata de que te la pases así tan relajado, luego nos andan chocando por la calle porque no reaccionas cuando te digo. Y ayer en el yoga, qué te pasa o qué, ¿cómo que no puedes extender la montaña? ¿Qué son esos jadeos y quejumbres? Ahora resulta que te caes y te tropiezas y sin sudar ni siquiera. No no no cuerpo querido, así no son las cosas. Ayer te llevé a que te probaras esa nueva pijama que nos dieron. La que durante unas semanas vamos a llevar en la boca día y noche para que ya no te duela el oído ni te truene la quijada. En quince días te revisan, yo voy a pasar el reporte de cómo te hayas portado y entonces nadamás usaremos la guarda por la noche, ¿ok? No seas malito, no bosteces tanto, no te me rajes ahorita que tenemos tanto trabajo. De acuerdo, en eso tienes razón, tres horas de sueño no son casi nada, pero necesitábamos terminar los exámenes! Porque de otra forma tú muy fresco en la mañana y luego yo qué hago con ellos. Con esos cuarenta pares de ojos que te miran y me escuchan por la mañana. Porque tú muy mono vas y te paras enfrente y ya. Pero yo no. Yo tengo que cumplir. Yo tengo que llevarles algo para que se entretengan. Sí sí sí, ya lo sé que también quieres fumar, pero qué crees, con este aparatito transparente no es tan sencillo como antes, y las paletas tampoco funcionan, se pegan. Ya buscaremos algo, lo prometo. Por lo pronto termínate esta segunda taza de café y abre bien los ojos,que tenemos mucho qué hacer. Te prometo que pronto te llevo a la cama y te pongo a dormir.


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9.28.2004

Aquí no está

A la persona que llegó a este sitio ayer, por este motivo: De veras lo lamento. Aquí no está.

9.27.2004

Por eso

Al reverso de un cupón de Carl's Jr., la pregunta de G hace algunos días:
¿Y si mejor fuera uno que nadamás te quisiera mucho? ¿Uno que no tenga otra virtud?

Archivé la pregunta porque me pareció que responderla afirmativamente significaba tirar la toalla, bajar la vara, conformarme, pues.

¿Por qué mejor no te interesas por un hombre diferente? ¿Por qué los pseudo-intelectuales? ¿Por qué el jazz y el cine y el vino tinto y el buen gusto y las pláticas interesantes? Tal vez sería mejor un hombre que no tenga que salvar al mundo del SIDA (o de la obesidad), que no sea capaz de hilvanar complicadas teorías sobre el consumo y la moda (o la metrosexualidad), que no lea a Zizek, que no sepa líneas enteras de Rayuela...Un hombre que nadamás se dedique a quererte. Un hombre para quien tu inteligencia sea algo de admirarse y no un reto. Alguien que piense que eres maravillosa sin cuestionárselo. Alguien que te ame y te ame y sólo viva para hacerte feliz. Un hombre que crea que tu cuerpo es hermoso. Un muchacho promedio que piense que eres lo máximo. Mi primera reacción fue brincar y decir "pero eso sería conformarme, eso sería renunciar, eso, eso, eso nunca!!". Después suspiré con tristeza porque me acordé de ese hombre que pensaba que yo era lo mejor de su vida y al que yo abandoné porque yo podía tener cosas mejores en mi vida, porque pensé que yo podía ser más. En fin. La respuesta llegó solita, también por MSN hace unos días.



Deits frustrado agarrador de lonja:
HOla hola señorita, cómo le va...

Moi:
Bien gracias y tú?

Deits frustrado agarrador de lonja:
Ya no se reportó el martes para ir al cine, se perdio la mala educación

Moi:
Sí, ni modos, salí cansada del yoga. ¿Qué tal está?

Deits frustrado agarrador de lonja:
Pues, ejem, hay que ir en plan open mind, pero está buena eeeh...A ver cuándo se digna y nos vamos a ver otra pelicua

Moi:
... estoy esperando a que llegue Dreamers, creo que la semana prossima

Deits frustrado agarrador de lonja:
no pos esa no se cuál es, esta buena?

Moi:
Es la nueva de Bertolucci, tengo meses esperándola

Deits frustrado agarrador de lonja:
me suena el nombre pero yo creo que no es esa..es que jeje ups, me pasarn un dvd piratón de una que se llama parecido, creo, jeje pero nada que ver está hardcore!

Moi:
¿en París?

Deits frustrado agarrador de lonja:
está bien por - no! esa es la que decíasss?????? sale mucho sepso y explicito ademásssss son unos chavos acá bien bien locochones, no maa...¿segura que es la que dices?

Moi:
¿no viste último tango en París?

Deits frustrado agarrador de lonja:
no, ¿se parece?

Moi:
y la de Stealing beauty, con Liv Tyler?

Deits frustrado agarrador de lonja:
No, pos yo a ese no lo conozco

Moi:Ok

Moi has changed his/her status to Away




Por eso G.

Porque imagínate lo que haría un hombre "normal" como tú dices con esta información. Porque después de esta conversación, lo más posible es que se brinque de la lonja a sabediosdónde asumiendo que claro, si yo sé de la peli esa que sus amigos consiguieron para uuyyy andar de "locochones" en una tarde de sábado, lo más seguro es que también esté dispuesta a noséquécosas.

Y con èl, además.

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Recordatorio

No marcharse el viernes y dejar una de estas en la oficina. Por ningún motivo. Ellas, a diferencia de las tareas y los pendientes y los CDs, sí se echan a perder.

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9.26.2004

Ganas y sueños y miedos

No me da miedo pensar en una boda. No me da miedo pensar en una casa compartida, una vida juntos. No me dan miedo los platos y la ropa sucia, las hipotecas. Me da miedo que un día,de recién casados, mi marido vaya y abra su cuenta de messenger y le escriba a una vieja amiga. Me da miedo que yo haya dejado mi país y mi familia para irme con él a una vida desconocida y él teclee mientras yo preparo la cena "Anoche te soñé. Anoche por fin supe lo que era andar contigo. Ya ves que me quedé con las ganas". Apenas hace dos meses despierta con ella. Y ya sueña con otras mujeres. A lo mejor yo no soy otras mujeres. Halaga que lo diga. Qué bueno que no anduvimos. Quién sabe a quién le andaría diciendo nostalgias de amor si lo de nosotros se hubiera dado.

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9.25.2004

Repeticiones

Está cansada. Ojerosa. Pero no se marcha, por alguna razón. Por alguna razón se aferra al cigarrillo y a la botella de cerveza tibia y mira otra vez a su interlocutor. No lo conoce tanto. Sabe quién es, claro, pero no tan de primera mano. Sabe mucho de él por lo que los demás (los otros) le han dicho tantas veces. El resto lo adivina. Él quiere ser diferente. Ella sabe que no puede ser diferente. Como individuo tal vez sí es un hombre distinto. ¿Mejor? No lo sabe. Esta vez no se va a permitir saberlo. Esta vez no va a conceder el beneficio de la duda. ¿Por qué está ahí entonces, carajo? Lo va a escuchar nadamás para terminar de convencerse. Va a prestarle la palabra para ver qué hace con ella. No. Para comprobar lo que ya sabe que va a hacer con ella. Es como mirar una película repetida. La primera vez uno se sorprende, se emociona, se enamora. La primera vez uno llora de la emoción y el corazón palpita y todo es bello y emocionante. Uno besa sin pensarlo y se siente feliz. Después ya no. Son las tres de la madrugada. El barman hace como que no escucha. La música está muy fuerte. A la derecha de la mujer de la blusa de rayas hay un hombre que toma cerveza y dobla una servilleta como si fuera lo único que hay en el mundo. Parece de una película, el que está detrás de la barra ha empezado a secar los vasos y a acomodarlos con cuidado. "Yo no soy como ellos". Ella vuelve a mirarlo detrás del humo del cigarro a su izquierda. Suspira. "Ellos no supieron quién eras tú. Yo sí". Necesita detenerlo. ¿Qué es lo que está pensando en este momento? ¿Por qué lo hace? Quiere sentirse ofendida. Quiere gritarle que no es la jugueta de él y sus amigos, por más pendejos que diga él que son ellos. Por más distinto que él pudiera ser. En lugar de ofenderse, en lugar de darle una bofetada, en lugar de decirle que con ella no se puede y mentarle la madre, sonríe amargamente. La politness inoportuna todavía no se le ha quitado. La valentía de decir las cosas tampoco. Levanta las dos cejas al tiempo que adelanta los labios y baja la vista sobre la botella verde. "Te entiendo, pero no estoy de acuerdo. Esta película ya la ví y ahora, que vuelvo a verla contigo, no me parece ya maravillosa. Sé que a tí te parece posible, deseable. También sé por qué, y no te culpo. Pero yo ya conozco el final".

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Frustración

Anoche se me ocurrieron unas líneas buenísimas. Eran perfectas. No pasaban de diez palabras, yo creo. Anoche no tenía una pluma a la mano. Anoche es un decir. Esta mañana cuando todavía no salía el sol y yo apenas volvía a mi casa. Ya no estaba lloviendo. Se me ocurrieron mientras manejaba con cuidado por las calles vacías mudas. Las mismas calles que los padres imaginan terribles y plagadas de peligros cuando dicen que uno no tiene nada qué andar haciendo a las cinco de la mañana en la calle. Yo digo que sí. Uno tiene que volver a su casa, carajo. Uno tiene que dormir y descansar en algún momento, ¿qué no?. Por alguna razón me puse a pensar en los hipotéticos diálogos que algún día tendría con mis igualmente hipotéticos hijos.¿Cómo iré a ser? ¿Cómo me "forma" como madre esta travesía solitaria? Las cervezas que me acabo de tomar, los tres cigarros que me fumé sin querer queriendo, las risas, la música, los numeritos en el estacionamiento y en la oscuridad...Pero no era eso lo que se me ocurría para escribir. Era otra cosa. Quería decirle algo. Quería llamarlo. Y resolví no hacerlo, y luego me dí cuenta de que de todas formas no hubiera podido hacerlo y, y ...argh. Estaba bruto lo que se me ocurrió.

Pinches neuronas encervezadas y olvidadizas.

9.24.2004

Wanted

Necesito un hombre.

O un mayordomo, lo que sea.

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Desconocidos.

Qué agradables son los desconocidos. Les pregunta uno una cosa y responden amablemente, sonríen, coquetean. Se equivoca uno de lugar y hasta le consiguen la dirección, prestan el teléfono, explican, entregan su tarjeta.

No era guapo, pero sí agradable. Ojos bonitos. Look padre. Me trató como si yo fuera amiga de su hermana, o como, no sé, bien pues. Me explicó que en su negocio no hacen esas cosas, pero que conoce a alguien que sí. Me pasa, me sienta, me ofrece un café casi casi mientras él hace las llamadas pertinentes. Le pide al experto que por favor vea mi caso, le dice que yo soy su cliente sin ser cierto. Me sonríe con complicidad cuando dice esta mentira. Ahora hay algo entre nosotros.

Lo mejor de todo es que luego uno se marcha con una sonrisa, con el corazón lleno de amabilidad y no los vuelve a ver. No se entera uno de sus defectos ni de sus manías ni de su pasado ni de sus planes. No hay que soportarlos borrachos, ni acordarse de sus cumpleaños ni decirles cosas bonitas cuando se sienten mal. Nadamás se los encuentra uno, le alegran el día, le resuelven el problema, y basta. Hasta ahí.

Me gustan los desconocidos.Debería de haber más.

9.23.2004

Denuncia

Me robaron mi Abecedaire de l'Islam. Es el colmo. ¿Por qué no se llevaron, por ejemplo, el manual de capacitación del último curso que tomé, o los blocks de postits de colores, o la taza de Panamá, o...Otra cosa que no fuera a usar hoy, pues.

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Manzanas

Mi vecino de cubículo toca la puerta. Cincuentón postrero. Parece sacerdote, a veces. Me habla de usted. Usa chalecos aunque no haga frío (aunque aquí adentro siempre hace frío). Vino tímidamente a mi puerta. Traía cuatro manzanas pequeñitas sobre las manos. Me las regaló. Es demasiado discreto para decir nada. Nadamás se pone a contarme sobre el árbol del que cayeron. Lo miro con ojos que no han dormido más de cuatro horas y la cabeza me da vueltas. No lo invito a pasar, la tonta. Me quedo nadamás así, sentada con los hombros hacia abajo, la barbilla levantada hacia donde está él. Jorobada, los lentes se han deslizado a la punta de la nariz. No entiendo lo que dice. Me las ofrece. No sé cómo tomarlas. Me siento torpe, avergonzada. Balbuceo gracias. Él sabe. Él también se marcha tarde. Él lo oye todo del otro lado de la delgada mampara que nos divide la existencia. Los silencios. Los largos ratos sin teclear, el moqueo disimulado. De alguna forma conoce mis secretos. Me avergüenzo. Yo no soy esa mujer, ¿se da cuenta? Haga memoria. Acuérdese de cuando yo llegué aquí. Acuérdese de los artículos que le he prestado. Acuérdese de las carcajadas sofocadas cuando he tenido visitas en este pedacito de oficina. Acuérdese del taconeo decidido, de las llaves cantarinas en la mañana. Del aroma a café y de cuando tarareo bajito mientras trabajo y trabajo y trabajo. La que revolotea hojas y carpetas y hojas durante largo rato hasta que por fin encuentra eso que trae perdido. La que se regresa dos tres veces antes de marcharse porque siempre se le olvida algo. La ratona desordenada que se pasa mañanas enteras rompiendo papeles para hacerle sitio a más chunches y rincones. La que contesta en francés o en inglés a los visitantes. Ella es su vecina, no yo. ¿Seguro que me quiere dejar las manzanas? Bueno, yo le digo que usted vino y se las doy. Seguro le van a encantar.

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Entristecida

De repente lo miro medio perplejo, de repente se le mira como que ya lo sabía. "Pensé que a las mujeres de ahora ya no les daba eso. Pensé que eso ya no las enfermaba. Que por eso ya no sufrían". Los dos sonreímos. ¿Verdad que eso no te lo enseñaron en los textos ni en los yurnals ni en las clínicas? Esas mujeres guapísimas (tú dijiste guapísimas, conste), súper listas, súper exitosas que "les da el desamor". Te disculpaste por sacar el tema sin que fuera necesario (que te disculparas, no que sacaras el tema). Con mucho tacto lo abordaste. Con mucho tacto me enseñaste que no hay nada de malo en mi cuerpo. Nadamás estás entristecida, dijiste. Te lo agradezco. Porque el nadamás era sincero, no como otros. Sí, todavía sufrimos por eso. Y lo peor es que nos enfermamos de verdad. Yo y mi cuerpo nos entendemos bien. Y siempre he pensado que aunque Cuerpo y yo nos entendamos de veras, yo mando. Pero parece que no siempre. Parece que a veces hace lo que se le da la gana y me tiene aquí imaginándome cosas horribles. Porque si yo mando y no hace caso, es porque de seguro está descompuesto. No porque yo me sienta mal. No porque yo tenga deseos de tirarme a la desgracia (a veces me canso de darle vueltas a lo mismo). Híjola. Esto no me está gustando. No me está gustando que todo se resuelva con un heartache. Porque contra eso no puedo. Al cuerpo le puedo dar medicinas y ya. Y justamente eso estaba buscando. Que me dijeras: Tienes esta cosa horrible que te hace que te sientas mal. Y entonces, claro, viene el tratamiento. Problemas adaptativos vs. problemas técnicos. No es un problema técnico. No hay receta. Nadamás ser paciente. Está bien lo que estás haciendo, me dices. Yoga, taller, películas, dejar de fumar...Perfectísimo. Nadamás agrégale tiempo y vas a ver que vas a estar bien. Y si no, si no...entonces ya vemos qué hacemos.

Gracias por entender. Gracias por decirme entristecida. Gracias porque tú sí sabías de lo que estábamos hablando cuando dijiste "¿estás bien? ¿cómo te has sentido?". Gracias porque me pareció que me habías estado esperando. Gracias porque pude decirte que aunque ya no soy de esa familia, quiero que sigas siendo mi doctor. Gracias porque aceptaste.

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9.22.2004

Lista de super

1. Otra vez había que ir al super. Después del yoga, bien sûr. Así sudada y en chanclas y pantalones celestes a la cadera y tanktop quenseñalapanza.Es malo eso de ir a comprar comida luego de hacer los ejercicios. Queso, queso, queso. Apestoso, en rebanadas, delgadito, en trozo, con jalapeños (una pequeña concesión con el paladar texmex que todavía queda en un rincón, junto a los tacos con queso amarillo). Pimientos verdes, amarillos, rojos, naranjas. Mucho pan: multigrano, honey-oatmeal,bagels, brownies para las mañanas a la carrera... ¿Frutas? En jugo (manzana, toronja) y en mermelada (zarzamora, la de chabacano no me la he terminado). Pasta, portobellos, salsa de tomate, jamón también en presentaciones diversas. Ya en la caja, vuelta en U abruptísima. Casi atropello ama de casa distraída. Me falta lo más importante. Pacificadores. Una bolsa de paletas para la niña esa que ha dejado de fumar. A ver si con eso se calma, porque ya no la soporto más.


2. Me encantan los deits esos que aparecen y desaparecen intermitentemente. Los que se van, tienen novia, terminan y regresan. Con la cola entre las patas, pero tratando de disimular muy bien. Unos hasta se fingen los ofendidos (¿ya no saludas o qué?), otros más decentemente argumentan "mucho trabajo". Todos con la cabeza gacha vienen a asomarse y ver si todavía pueden ir al cine con nosotras. Algunos cuantos (muy pocos, la verdad) diseñan intrincados planes para salir en tiempos/lugares en los que sea propicio encontrarse con las ex-susodichas. A mí, la verdad, me dan flojera.

3. Que no abran la boca, por favor. Hay personas súper maleducadas. Gentes que nadamás un día se lo proponen y acaban con la ilusión del prójimo así como así. A lo mejor estoy pagando haberles crusheado la inocencia a ese par de despistadas que en quinto año todavía creían en Santa Clós.De todas formas no se vale. Yo tan tranquilita questaba. Tan feliz imaginándome cómo era su voz, inventándole carrera, historia, pasado. Y sopas viene el infeliz y se le ocurre dirigirme la palabra. Y ahí va un mes tirado a la basura. Justo cuando había decidido que era un tipo atormentado y salvajón, justo cuando me había memorizado sus pestañas, se le ocurre a mi compañerito del yoga abrir la boca y preguntarme cualquier cosa.

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9.21.2004

Nefasta

nefasto, ta.
(Del lat. nefastus).
1. adj. Dicho de un día o de cualquier otra división del tiempo: Triste, funesto, ominoso.
2. adj. Dicho de una persona o de una cosa: Desgraciada o detestable. Nefasto gobernante. Nefasto matrimonio.


Me duelen los brazos (ah, pero qué bien se ven esos músculos), me siento cansada. Tengo sueño, mi coche hace un ruido raro, me falta revisar los exámenes, tres alumnos están en problemas, una está en problemas de verdad, perdí una buena parte del día y no-quie-ro-se-guir-que-ján-do-me-yaaa. Me siento nefasta. No nefasteada.

Ne-fas-ta

No como que me pasó algo que me nefasteara,
nadamás como que traigo una mala actitud.

Guargh.

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9.20.2004

Diez

1. Recibir un piropo es bien.
1.a Recibir un piropo de una mujer es muy bien.
1.b Si esa mujer no es la madre de uno, es biensísimo.

2. La envidia cuenta como piropo. (Gracias).

3. Con el Voltarén me siento mejor.

4. Que tomando Voltarén no puedo manejar.

5. ¿Para qué quiero sentirme mejor si no puedo manejar?

6. Ponerse tacones para trabajar está bien.

7. Ponerse tacones el día que hay que caminar dos cuadras cargando un pastel no está bien.

8. Comer pastel de frutas y tres leches antes de la comida arruina el apetito.

9. Dejar de fumar puede ser muy bueno para la salud.

10. Las cosas buenas para la salud resultan nocivas para el estado de ánimo.

Resulta

Me mira con tristeza (¿por qué me mira así?) detrás de sus lentes y me dice "Quiero ayudarte". No puede. Antes no usaba lentes. Antes, cuando yo era niña, era uno de mis ídolos de carne y hueso. Mi dentista. Odontopediatra. Una de las palabras difíciles que aprendí a decir cuando todavía tal vez ni siquiera iba a la primaria. Yo quería ser como ella. Un chaquetín, un consultorio bonito con vitrales de jirafas y calcomanías para regalar a los pacientes que se portaban bien. Un sillón -una unidad- para niños, pequeñito. Una asistente güerita con frenos. Fui a visitarla por todo este lío que empezó como una otitis y que va por otro lado. Ahora las dos tenemos canas (yo sólo una, conste). Las dos usamos lentes. Yo ya no fui odontopediatra y ella ahora además es ortodoncista. Me vuelvo a sentar en la unidad, pero ahora las piernas me cuelgan. Sonrío ante el espejito engastado en una muela de madera que me presta. ¿Te fijas? Por alguna razón, muerdes hacia un lado, y este desgaste de aquí, eso es otra cosa. Me invita a su despacho. No descansas en la noche, ¿verdad? Te despiertas cansada todavía. ¿Qué te preocupa tanto? La miro sin entenderla. Me duele mucho el oído, es todo. Me explica que por alguna razón, estoy apretando los dientes por la noche. Lo de la articulación temporomandibular es cierto, pero es lo de menos. El problema es que estás apretando. Los músculos masticadores son los más fuertes que tenemos en el cuerpo (tantas esperanzas que estaba yo teniendo en mis brazos marcaditos), y es mucha la presión que ejerces sobre la mandíbula, sobre los dientes. "¿Qué te pasa? Quiero ayudarte, pero no puedo". Le cuento a mi madre todavía sin creérmelo muy bien. Está lloviendo, maneja despacito mientras yo hablo y hablo. Nos detenemos en un semáforo. Me mira con unos ojos como los de la odontopediatra que no puede ayudarme y me dice "No eres feliz". Voy a contestarle y no puedo. Está en verde. Nos vamos.

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9.18.2004

Quería

Todas las conversaciones que tuve hoy fueron torpes ensayos de una charla largamente anhelada contigo. Escribí cuatro veces lo que te quería contar. Cuatro veces lo borré. Hoy no era la mujer enojada, la mujer triste. La man hater que últimamente dicen que soy. Hoy el impulso era el de la que llega con la sonrisa y se desploma en el sillón para decir "no sabes lo que me pasó hoy". La que se desacomoda la bufanda y la tira a un lado. La que descalza abre el refri y mordisquea con desenfado lo primero que encuentra. La muchacha despeinada que habla y habla y que no se guarda nada. La que tiene permitido preguntar, la de la carcajada fácil. Esa que no necesita más defensas que un spray de pimienta viejo que carga consigo cuando sale sola por la noche. Nada de sarcasmo e ironía para ella. Nada de miradas duras que desarman a cualquiera. Nadamás el gozo juguetón de tirarme de panza a hojear una revista mientras haces de cenar y me cuentas cosas que no voy a olvidar jamás y yo te interrumpo para decirte de lo mío, de esto esto esto que me habita y que sólo tú comprenderías.

Quería contarte, quería decirte.
Quería llegar a tí y que me recibieras como si nada hubiera pasado.

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9.17.2004

Malentendidos

Existe, en algún lugar, esa región fantástica llena de adjetivos y mentiras: La idea que tenemos de nosotros mismos.

Más cerca, vulgar y metiche, está eso que grita lo que somos realmente.

Ni hablar del mounstro ese de las noventa y seis cabezas de malentendidos. Lo que los otros creen que somos.

9.16.2004

Mujeres

Una mujer seria que viste un pantalón blanco se para frente a un grupo de adolescentes desmañanados. En la mano izquierda lleva un tarro de café azul, en la derecha un gis que como todos los días, se quiebra a la mitad después de escribir las primeras tres palabras sobre el pizarrón . De alguna forma logra escribir sin dar la espalda al grupo. Está en todo. Una mirada en voz alta y el de hasta el fondo se calla. Los aretes se mecen junto a ella mientras camina entre las filas y se asegura de que no queden dudas sin resolver. A las nueve y media el café se ha terminado y ella se sacude las manos satisfecha después de terminar de borrar el pizarrón.

Sentada en el sillón blanco inmaculado mientras hojea una revista de sociedad y habla con alguien en el diminuto celular plateado. A lo lejos, detrás de la delgada pared de bambú se oye agua correr sobre rocas. Una joven de pelo largo se le acerca, dice su nombre y la conduce a una salita aparte. Se despoja del pantalón, se tumba sobre la cama y cierra los ojos. Alguien está quemando incienso. Media hora más tarde, sus piernas relucen tersas bajo la luz discreta que ha atestiguado la transformación. Un instante después, guarda su tarjeta de crédito y se dirige al estacionamiento donde la camionetota la espera.

Alrededor de la mesa de una cafetería se congregan siete personas. Hay una mujer que fuma un cigarro tras otro y bebe café azucarado. Mueve mucho las manos, expulsa el humo por la nariz. El amarillo de la blusa contrasta con los brazos delgados y bronceados que en las pausas se apoyan sobre la mesa de fórmica verde. Asiente ante lo que dicen los demás, se ajusta los lentes, enciende otro cigarrillo. Juega con las palabras mientras arruga despacito una servilleta al compàs de la sinfonía de tazas que chocan con platos que chocan con cucharas que se arrastran sobre mesas. Busca la página, subraya, hace garabatos alternando la superficie de una hoja impresa y las líneas angostas de un cuadernito. Se hace de noche. Dobla las hojas, guarda el lápiz, compra otra cajetilla de cigarros.

La puerta de lámina se abre con dificultad. Al fondo, Toña La Negra canta algo muy triste para ver si la liberan de la rockola en la que está atrapada desde hace algunos minutos. Se seca las manos sobre el pantalón que a cada paso revela una porción diferente de cadera, cintura, vientre, ombligo. Encuentra la mesa. Mira los dos pares de rostros masculinos que se deforman en carcajadas de cerveza. Toma la suya, bebe un trago largo. Está fría y clara. El lugar es azul y oscuro, apenas sopla el viento por entre las ventanas. Habla poco, ríe, cruza y descruza la pierna. Sabe sin verlo, que el negro de sus ojos ha empezado a resbalarse sobre su rostro lentamente. La noche poco a poco la despoja de la ciudad en medio de una cantina de barrio.

El rostro pegajoso en medio de la madrugada. Los aretes largos bostezan en gris. La rayas de la blusa se recargan aburridas unas sobre otras. La dueña del cuerpo cubierto por este grupo de líneas anaranjadas y amarillas y blancas se ha asuentado un poco. El cuerpo obediente y cansado espera sobre la acera. Alguien les abre la puerta. Entran. Eligen un lugar en la barra. Lo demás está muy oscuro. El volumen impide hablar mucho. Dos botellas de cerveza se estacionan frente a la mujer y su acompañante. Las toman, las chocan, las apuran. Encienden cigarros, hablan, se miran, hablan, apagan cigarros. Todo es muy confuso. Frunce el ceño. Las rayas no entienden nada, ella pregunta. El hombre explica como si le hablara a la barra. Ella trata de reacomodar lo que dice. Toma las palabras que puede y despacito las reacomoda en su interior. Nada tiene sentido. Toma las llaves, saca un billete, mira el reloj. Son las cuatro y veinte. Otra vez están afuera. Se aferra, se niega, afirma. Enciende el auto y se marcha sola.

¿Cuál de todas esas era yo?

9.15.2004

Promesas

Un día vas a ser feliz, sólo hay que tener paciencia.
Vas a ver que un día te va a llegar.
¿Nos echamos un café uno de estos días?
Un día todos me darán la razón.
Ahorita claro que no lo entiendes, pero vas a ver cómo todo es siempre para bien.


Un día me voy a morir, y eso, eso sí es una promesa de verdad.

9.14.2004

Cuerpo y 9/11

Querido cuerpo:

Sé que estás cansado, pero eso no quiere decir que tengas permiso para enfermarte. No te me vayas a descomponer por favor. Nos está yendo muy bien con el yoga, ¿verdad? Los brazos te duelen un poquito de repente, pero ¿ya viste cómo se han marcado los músculos? Y ni te digo de los muslos, porque me he fijado que te gustan cuando te pongo frente al espejo y te unto la crema que nos gusta. Ayer te malpasé un poquito. Te quité la medicina y te dejé sin comer y sin fumar para que pudieran quitarte un poquito de sangre. Nunca has tenido problemas con las agujas ni nada de eso. Te sentaste valiente, enfundado en los pantalones verdes y la blusa beige sin mangas, escote en V mientras yo conversaba con la señorita que tomó un chorrito de nosotros y lo puso en un tubo transparente. Es cierto que después no te di de comer, pero sé que te gustaron el café y el cigarro que consumimos en el camino a la oficina. Cuando por fin comimos, te senté en la banca que te gusta y nos asoleamos un ratito mientas yo leía y tú te estirabas como gato contento. El yoga estuvo complicado, lo sé. Necesito que tú y yo nos pongamos de acuerdo para que todo salga bien. Es preciso que si dicen coccix (cóxis??) adentro, esté adentro, que si hay que tener la espalda recta, la tengamos recta, que si hay que levantar la pierna en 60° y luego dibujar con el pie el alfabeto en minúsculas, así lo hagamos, con todo y eñe y doble ele, ¿me entiendes? Porque no me gusta que nos caigamos, no me gusta que las piernas no me lleguen al piso. Yo te digo cómo quiero que lo hagamos, y tú me ayudas en la ejecución, ¿sale? Yo me concentro y tú obedeces, ¿sí? Y el dolor y el equilibrio vas a ver cómo nos hacen los mandados. También quería darte las gracias por acompañarme ayer al cine cuando nadie más lo hizo. Yo sé que estabas cansado y sudoroso y despeinado y que te daba pena que anduviéramos así. Pero nos habían regalado dos boletos y había que aprovecharlos. ¿Viste que cuerpo querido, que sólo usamos una de las cortesías? ¡Dos por el precio de uno! Lo disfrutamos de veras, desparramados en la butaca. Te quité la sed y te dí una pastillita para relajar los músculos y nos quedamos muy agusto. Te moviste incómodo cuando aparecieron en la pantalla los rostros desfigurados, ls brazos destrozados, los cadáveres. Luego se te puso la carne de gallina. No sé si tenías frío o estabas impactado como yo. De repente me dí cuenta de que estabas apretando fuerte la mandíbula y que eso me dolía. Nos relajamos un poco. No bostezaste, es más, me atrevo a decir que al final ya casi ni parpadeaste. Después vino el premio. Nos marchamos a tomar una ducha y a comernos un merecido pan con Nutella. Te bañé mucho rato, tal como nos gusta. Platicamos sobre la película, sobre el yoga, sobre las cosas que te duelen y las que te hacen falta. Me sorprendió un poco darme cuenta de que en la parte interior del brazo, justo en donde se dobla el codo, tienes una manchita. Como si hubiera apretado contra tí una mora. Una mancha transparentosa, violeta, perfectamente redondita. Me gusta el color, y me imagino que tienes una vena necesitada de atención. Como las adolescentes que se pintan la boca para que les digan que se ven bonitas sin darse cuenta de lo hermosas que ya son.

Te quiero, cuerpo mío, y te quiero sano.

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9.13.2004

Bodas niuyorkinas

No me molesta que se case.
No me molesta que le haya tomado tres semanas escribir un simple correo electrónico. No me molesta que al final de todo las cosas no hubieran resultado.

Me molestan básicamente el "before anything I should tell you". Casi casi, "antes de que te vengas a vivir a NY, es preciso que sepas que ya estoy comprometido, por si quisieras mejor estudiar en otra parte, dado que pronto me casaré con otra mujer". Me molesta también el "when we were together, I was not quite myself". Whadafuckdoesthismean?

Y ya mejor ni hablar del "those beautiful eyes of yours", o el "I can only imagine the curiosity and commitment you will bring here".

ARGH.

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Chunches

En mi bolsa roja de los pespuntes blancos que tanto me gusta, que se encuentra currently desparramada junto a mi escritorio:

Un botecito de Clarins, Crème Désaltérante; un lapicito Brow Stylist de L'Óreal en Brown (bueno para las cejas, mejorcísimo para los labios, believe it or not), Black Kohl Eyeliner (indispensable), Dirty Girl Lipgloss en Sugardoughnut Moment (all time favorite), un Juicy Tube en un color imposible de leer de lo despintado del tube (pero es así como bronze dulcito), Cool Listerine Portable Strips.

Una caja amarilla de Voltarén Retard de 100 mg, Cataflam DD de 50 mg, cuatro tabletitas viejas de Avomine (uta, de cuando fui a Sudáfrica), dos cuadritos de Dolac que me acompañan a todas partes y dos tampones (so much for discretion).

Una caja amarilla y verde de Crayola, Anti-dust Chalk, una pluma Bic roja, una pluma Bic Negra, una plumita plateada chiquitita que me regalaron en alguna parte, un cuadernito de Jordi Labanda, el de Anne Taintor de Make your own Damn Dinner, una caja nueva de tarjetas de presentación recién impresas.

Mi cartera y toooodos los papeles inservibles que ahí se almacenan, el recibo de la tintorería, el comprobante de pago del yoga, mi CURP, mi credencial del IFE, mi Visa Láser, mi licencia de manejo, 8 fotos tamaño infantil de modelo reciente con aretes ochenteros y la misma blusa que casualmente me puse hoy, ocho timbres postales de 20 centavos de dólar, dos boletos de Lotto vencidos y perdedorsísimos, una tarjeta de teléfono, mi tarjeta del seguro médico, mi tarjeta de débito, la de crédito mía que ya no tiene nada qué ofrecerme y sí mucho qué exigirme, la credencial del blosboster (tan aburrida la pobre, últimamente), el recibo de la luz del bimstre pasado, un tatuaje temporal del maratón de Los Ángeles que alguien me trajo y que no sé por qué no he tirado, la tarjeta de presentación del guía del Robben Island Museum que traigo ahí porque me pidió que le mandara una postal y todavía no encuentro una para mandarle.

Mi estuche de los lentes con los pobres lentes de leer y los de sol conviviendo en total hacinamiento y promiscuidad, mi celular cuyo pago venció el sábado, un reporte de audiometría, las llaves de la camioneta, las de la oficina, una moneda de diez pesos, cuatro pennies, ¡y ya!

Aclarando

El viernes cansadísima, todavía muy molesta, aunque medio endolacada, medio envoltarenada, lo cual hacía un poco más llevadera la situación. Me dormí una pagüer nap con toda la intención de aprovechar un poco del viernes. Había tres o cuatro planes que prometían. Desperté de buen humor, aunque todavía madreadona. Me vestí. Biker chick, si tuviera que describirlo de una forma, pero no estoy segura. Blusa celeste, sin mangas, estoperoles plateados, los jeans rotos que me encantan doblados hacia arriba, mis zapatos nuevos ochenteros. Pulsera, aretes disparejos, el kit. Trashy but sweet. Había una fiesta con los del taller. Vamos pues. Imposible describirla. Como en otra dimensión, como en otro país que no podría haber sido sino este. Me reí muchísimo. Éramos tal vez cinco personas en la fiesta, tal vez seis. Volvemos a tomar la calle. Es de noche y toda la cuadra está desierta. La pareja que se besaba en la pequeña escalera ha desaparecido cuando bajamos. La noche apenas empieza. No me siento mal casi. He debido abstenerme de las cervezas y tomo agua. Conversamos. Me doy cuenta ahora de que mi mente estaba en otro lugar. Todavía no sé bien en dónde, pero en otra parte. Tal vez poniendo atención a los semáforos todos en verde que nos permitieron llegar rapidísimo a la penúltima parada de la noche, la última en realidad. Hay mucha gente. De pronto, caras conocidas. Ex-alumnos que se marchan cuando yo apenas voy llegando, rostros que sin las matrículas por un lado a veces me cuesta trabajo reconocer. Cervezas. Brindamos, bailamos, reímos otra vez. Mi oído empieza a doler un poco. Me encuentro a C con su novio Luis. Me permito escribir Luis porque ése no es su verdadero nombre. Así le puso Chamán, a quien por cierto le debo algo muy grande. Esperemos que no le quede cicatriz. Finalmente nos cansamos. Nos marchamos. Me confiscan las llaves de mi auto. Una injusticia de verdad, una falta de respeto, un atentado contra el feminismo y mi autosuficiencia y dónde quedó la regla esa de que no hay que contradecir a la gente que se pone necia en la madrugada. Al final me subo sin repelar tanto. Todo empieza a moverse. Todo empieza a quedar atrás. El viento, la ciudad, las luces. Yo no sé muy bien en dónde he quedado. Me prestan el volante, me escoltan en el último tramo. Llego, me desplomo sobre la cama. Después todo se vuelve confusión. Soñar a veces es muy extraño. No sé si tuve fiebre. Duermo sólo cinco horas y me parece que fueron demasiadas. Demasiada información. Decido regalarle lo soñado a Lautriz para que ella sea quien más adelante se lo apropie. Después, el viaje relámpago con la Chikis. Cualquier cosa que pueda contar sobre eso, me va a restar credibilidad. No es fastidio, no es enojo, ni sorpresa ni frustración ni nada. Es nadamás que ni yo misma lo creo. Nadamás la que lo vivió conmigo para creerlo. Nadamás decir que nos tomó cinco horas recorrer 217 kilómetros. A veces me pregunto si no podrían permitirme tener una vida así equis, sin sobresaltos ni nada. Para poder ejercitar mejor la imaginación y la mentira. Para ser escritora de verdad, en lugar de nadamás cronista de mis propias y reales aventuritas.

9.11.2004

Untitled

Las últimas treinta horas han estado llenas de demasiadas cosas. No estoy exagerando cuando digo demasiadas. No sé por dónde empezar. No quiero ni empezar. Una pequeña lista que me ayudará después tal vez a empezar a contarlo. Siesta, fármacos, mousse, sandwich, lipgloss, tacones, llaves, croquis, departamentos repletos de pinturas, fiesta, hierba, caguamas, agua, calles desiertas, departamentos repletos de libros,estudiantes de letras, autos, madrugada, estacionamiento, últimas noches, bouncer, amigos, cigarros, cervezas, música ochentera, gente, besuqueos, quemaduras de cigarro, gente, baño, más música, cansancio, bostezo, salida, confiscamiento de llaves, avenida, velocidad, casa, sueño, jazz, pinturas, exposición, regreso, diner, calles, nieve, frío, sorpresa, reconciliación, quebradura de vidrio, despertar, madrugamiento, celular, ducha, maleta, tacos, copiloto, dinero, gasolinera, velocidad, ruido, volante, parada, continuación, música, charla, ruido, falla, llaves, puerta, estupidez, carretera, sol, samaritanos, carretera, ruido, llanta, ponchadura, kilómetros, ayuda, hombres, arribo, celular, gato, cajuela, destino, comida, fastidio, siesta, horas, peluquería, revista, tijeras, aretes, cena, cervezas, sueño, fastidio, cansancio.

También, y en otra categoría:
Correo electrónico, boda, Nueva York, dos lágrimas.
Nadamás dos.

9.10.2004

Articulación temporomandibular

Me entero de que no es el oído.
Me entero de que es posible que sea la articulación temporomandibular.


Recuerdo cuánto te gustaba ese gesto mío que hasta ayer desconocía.
Recuerdo que dijiste: "...y entonces me gusta porque aprietas la quijada".


Supongo que ese gesto entonces también es responsable de mi dolor.
Supongo que te gustan las cosas que me causan dolor.

9.09.2004

Otitis

Molesta todo el día. Salgo de la peor clase de yoga a la que he ido. Corrijo. Salgo de la clase de yoga en la que he sido la peor de las alumnas. Cero concentración. Consecuencia: Cero equilibrio, cero relajación, nadamás esfuerzo inútil. Un oído parece que está a punto de explotar. Estoy mareada. Manejo quién sabe cómo a mi casa. Sigo mareada, sigue el oído. No es la primera vez. Pero ahora me asusto de verdad. Tomo las llaves y llamo a alguien. Vamos al hospital. Qué divertido, con lo mucho que me gustan. Llegamos a urgencias. Sin mirarme dos veces, otitis. Infección muy avanzada, diagnostica mientras mira con cuidado mis pants celestes y termina de marcharse. No alcanzo a mirar el nombre de la bata. Tampoco se presentó. Antibióticos, desinflamatorio. Proceso kafkiano salir de ahí, pagar. Compro sólo el antiinflamatorio. Ahora soy más inteligente. Ahora sé que los doctores dicen mentiras. También sé (y me lo dijo un doctor que también dice mentiras), que los antibióticos no le hacen nada a las otitis de los niños. Se curan a pesar de los doctores. Yo soy niña, pero no le hace. También me propongo curarme a pesar de los doctores. Duermo mal. Despierto peor. La tentación de no ir a mi clase es muchísima. Me la aguanto. Me visto. Llego y sorpresa, mis alumnos se han convertido en pared. Podía haberme quedado a darle la clase a mi maceta y ésta habría tal vez reaccionado más. Las hojas tal vez se hubieran movido a mi paso. ARGH. Salgo furibunda con ellos, furibunda con mi dolor. Me abstengo de fumar. Voy con el otorrino. Pienso en el canal de eustaquio, o la trompa de eustaquio y esas cosas. Espero leyendo una National Geographic. Por fin es mi turno. Me revisa. Hay que hacer siempre la clínica. No matter what. El paciente dice muchas cosas, uno supone algunas otras. Por eso mejor, la clínica. Me lo dice como si yo también fuera una de sus alumnas. Me doy cuenta de algo. Me gusta ser alumna. A lo mejor por eso... ahhh. El problema no está en el oído. Tómate esto. Ignora a los de anoche del hospital. No saben nada. ¿Para qué los pasó entonces?, pienso yo y me callo. Me callo porque pienso en mis alumnos que algún día dirán alguna burrada y me callo.

Camino al trabajo, una música viejita, un flashback a otro corazón roto. What it takes, de Aerosmith.

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9.08.2004

Post it mental 2.

Transcribir acá lo que apunté durante un semáforo en rojo sobre el cupón de Carl's Jr (y POR NINGÚN MOTIVO usar el dichoso cupón). Lo de las querencias y los prospectos y esas cosas que discutí con G.

Mis teaching reflections de los últimos días.

La carta pendiente al cuerpo. Hace mucho que no le escribo.

El sentimiento este que traigo de que todo lo estoy guardando, de que tengo cosas encima que no son mías y que además están las mías y que no sé qué hacer con unas y con otras.

Necesito ayuda. Necesito depilarme y dormir más y comer menos harina y cuidar más mi piel y fumar menos y que alguien me apapache y, y, y...





Miércoles

No me está gustando este miércoles.

Me cuesta mucho levantarme. Bad hair day. Las calles me siguen gritando eso que recuerdo y que no existe y que ya no quiero saber. Muchísimo trabajo atrasado. Atrapada en El proceso de Kafka. Julieta abandonada en la oficina de la silócoga. Yo misma en la oficina de la silócoga para ver si puedo ayudar a una alumna en problemas. Mi post de los cuadernitos de hoy , perdido para siempre por un error. Hambre, sueño, muchísima fatiga. Sólo 24 horas. Se acaban de marchar las primeras 12.

9.07.2004

Incongruencias

Sospecho que si sigo fumando así de mucho el yoga no me va a servir de nada....aunque también podría fumar así de mucho Y no hacer yoga. Aysh.

Parents, parientes...

Algunas veces tengo que hablar con los padres de mis criaturas. No es algo de lo que estoy muy convencida (mi madre JAMÁS se paró en mi preparatoria para cualquier cosa que no fuera recogerme cuando era necesario), creo que "los muchachos" tienen que crecer y madurar y hacerse responsables de sí mismos. Por otro lado, entiendo que a veces es necesario hablar con los padres y que éstos algunas veces necesitan hablar con nosotros. En fin. Algo que me llama siempre la atención es la forma en que siempre quieren saber si soy hija/prima/esposa/sobrina de alguien que a lo mejor conocen. Me parece un poco absurdo, aunque en mi pueblo también lo hacen. Pero mi pueblo es pueblo de verdad. En el pueblo de mi abuelo también lo hacían: [léase con acento norteño]"Qué bárbara criatura, estás igualita que tu papá...¿de quién eres, vida?" Entonces me chuto esos minutitos incómodos de: "¿Qué eres de los Maztrich de ----?", o de "¿qué eres de mi primo Óscar Maztrich?", intentando vanamente establecer genealogías cruzadas para encontrar, al fin, el tatarabuelo en segundo grado vecino de un conocido de ellos que permita establecer algún tipo de relación. Como si verles la cara a sus retoños a las siete de la mañana no fuera suficiente intimidad. Como si enterarme de que no hubo quién les planchara la camiseta no nos hiciera ya de la misma familia. Como si, como si...Ayer encontré la respuesta perfecta:

"Noooo, fíjese que a esos Maztrich no los conozco, yo soy de los de Reynosa...pero no se preocupe, le prometo que voy a regañar a su hijo como si fuera mi pariente".

Asunto arreglado.

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9.06.2004

Lunargh

Imposible escribir sobre el fin de semana, las lecturas terminadas, las pendientes, la tarde entera revisando exámenes. Imposible rescatar esas palabras que me acompañaban esta mañana antes de despertarme. Imposible después de atravesármele estúpidamente al camión ese. Con qué dedos vengo a escribir sobre mi pecaminoso romance con la mermelada de chabacano si todavía estoy temblando. Con qué cuerpo, con qué cabeza. Hasta sentí cómo cada una de ls vértebras abandonaba desordenadamente el fino equilibrio que me permite estar en pie. Hasta una lágrima del susto.

Hasta, hasta, hasta después. Enough.

9.04.2004

Sábado.

Nos hemos estado evitando toda la semana. Nos hemos visto varias veces en los últimos días. Bajo la lluvia y bajo techo. De día y de noche. Damos rodeos. Nos miramos brevemente, a punto de que alguien resuelva por fin hacer algo y de pronto...nada. Hay muchas palabras entre nosotros. Las puedo adivinar. Algunas estoy segura que no me gustarán. Otras las anticipo con gozo y expectación. Pero no me decido. Soy una cobarde, lo sé. Porque este asunto depende de mí. No espero nada de la otra parte. Suspiro. Hoy lo estuve postergando todo el día y no sé si al fin seré capaz. Desde en la mañana, desde antes de meterme a bañar. Después, como si pudiera hacer que todo desapareciera, me fui al banco y a la gasolinera y a unos tacos y luego me arreglé y volví a pensar en que debía hacerlo hoy. Pero tampoco lo hice. Me fui mejor a comer quesos y vino y ensaladas y pasta y pizzas. Estoy de vuelta y suspiro ante lo irresoluto. El tiempo se termina, lo sé. Es preciso tomar una determinación. Entiendo que es necesario en primer lugar que acordemos en reunirnos como es debido. De preferencia con un café, o una cheve (si se puede) de por medio. La luz debe ser la adecuada y la música es importantísima. Nada nos debe distraer si queremos que todo salga bien. Los cigarros se consumirán poco a poco, hasta que de pronto, por fin, todo este consumado y arreglado.

Es hora de empezar a revisar los exámenes.

9.03.2004

Culpa

Hay gente que hace cualquier cosa por librarse de una culpa. No importa que la culpa sea infundada o ajena. Es horrible sentir culpa. Y si hay que rezar cien rosarios, o comprar un abrigo de visón, o dejar que el nene haga lo que quiera, bienvenido. Hay unos que hasta escriben "he sido muy tonto" con tal de que la horrible carcelera se largue. En fin. Lucrar con la culpa ajena, por lo tanto, me parece algo vil y despreciable. Además no sirve absolutamente de nada. Salvo, por ejemplo, cuando se trata de P. Cuando era niña y soñaba con visitar la Librería del Congreso de EEUU (en algún Selecciones debo de haber leído que era la más grande del mundo), nunca me imaginé que existiera un personaje como P. Tiene una rara mezcla de características que hoy me hacen muy feliz. Somos amigos y comemos juntos casi todos los días. Trabaja en una "industria" en la que tiene acceso a montones y montones de libros raros (de esos que se tiran en cantidades pequeñitas por oscuras dependencias de gobierno) y libros nuevos (de esos que sirven para que una gente escriba reseñas antes de que la otra gente pueda ir a comprarlos). Y, como cereza en el pastel, P siente una culpa tremenda cada vez que quedamos en algo y, a causa (conste que digo causa y no culpa) suya no se cumple. Entonces P viene avergonzado y culpable y me regala libros y más libros. En los últimos ocho días he sido destinataria de 3 magníficos chivos expiatorios que han sido depositados en el humilde altar de mis lecturas. Qué gozo, qué gozo. Un puñado de palabras escritas por mujeres que no me han dejado trabajar. Me siento culpable. No los puedo soltar.

Servicio temporalmente suspendido.

Hablo una noche con mi madre y la pongo al tanto de mis últimas andanzas. De las intrepideces (me gusta más que estupideces, y conserva más o menos el mismo efecto auditivo) que hago todos los días. No le cuento de todas, nadamás las que sé que puede manejar. Claro que de un tiempo para acá, le he ido elevando la calidad de información que le paso y ha respondido bastante bien. En fin. el caso es que después de que termino de contarle una de mis últimas, digamos distracciones, se queda callada. Suspira y me dice: "Ay nadamás no empieces con tus cosas, María Maztrich, porque andas sin paracaídas ehh. Esta semana decidí que estoy muy cansada de andar pide y pide por ustedes y preocupada, así que mucho cuidadito. Si hablas con tu hermano le dices lo mismo, para que se busquen un seguro alternativo o una red protectora o se anden con mucho cuidado. Sobre aviso no hay engaño. Ando en un viaje de egoísmo y pues ni modo, se friegan". Primera vez en veinticinco años. Chale. ¿Yora? Estas madres no pueden hacer eso. ¿Qué no ve que yo ya tengo un estilo de vida? Así me acostumbró. A andar por el mundo segura y confiada y sin preocupaciones de ningún tipo, al cabo ahí estaban ella y su intercesión perpetua. Madrazo tras madrazo, es cierto, pero todo muy sin mayores consecuencias. Sí las muelas y sí los corazones y sí esas cosas pero nomás. ¿Y cuánto te va a durar la vacación? aahhh, no pues no sé, "ahí te aviso".

Y uno con esta lluvia y este prometedor fin de semana...



9.02.2004

Post-it mental

Que no se me olvide postear sobre:

- Madres irresponsables que cancelan sin previo aviso el servicio de preocupamiento 24 horas/oración perpetua a sus hijas rebeldes.
- Desarrollar enl a etiquetita esa que hoy se me ocurrió: mamokinksch metro-cool /cosmo-cool
- PAra Julieta: una cita con la silócoga.
- Aviso para dates fallidos: Prohibidísimo, PROHIBIDÍSIMO aceptar un trabajo en donde yo trabajo.

Julieta

Uno de los dilemas sobre los que no escribí ayer por alguna razón, y tal vez el que más me preocupaba, era el del taller. A quién llevo al taller. Julieta o el plato frío. El taller. Ah, tampoco había escrito sobre eso. Mh. Cómo hay cosas que ignoramos sin querer y otras que no podemos dejar de escribir. Como la lluvia, que ya logró colarse en este post aun cuando en la mañana le advertí que no se lo permitiría. Le dije mientras se posaba insistente en mi parabrisas que ya sabía que sólo quería llamar la atención y hacer que todos habláramos de ella: locutores alarmistas y alumnos retrasados y comentaristas meteorlógicos informales y colegas empapados y todos los que nos vemos obligados a nombrarla a ella. Estaba en el taller y en Julieta. Sigo en mi campaña intensiva de ocupar el poco tiempo libre que me queda, qué más bien es una estrategia para terminar de atarantar a esas neuronas resistentes que el alcohol no mata y que siguen pensando en él. Terapia ocupacional, le dicen. Me he inscrito en un taller literario. O algo así. Un grupo de personas reunidas en torno a la lectura y a la escritura, que no son sino una misma cosa vista de lados diferentes: Leemos lo que otros han escrito y escribimos cosas para que los demás lean. La semana pasada, la tarea era leer a Kafka y llevar a alguien. Que sea un personaje vulnerable, dijeron. Llegué temprano y me tocó acercarme a la mesa llena de desconocidos y presentarme sola. Jau aquard. En fin. ¿Y tú qué? preguntaron. Yo, yo también escribo y pues...Me miran todos sentados en medio de este cafecito al que nunca antes había venido. Creo que escribo en voz baja y quiero saber si puedo levantar la voz. Todos llevaban a sus personajes. Muchachos drogadictos, pintores frustrados, mujeres controladoras y asustadas, viudas con caras de femme fatale, Lenguaje vestido de persona, soldados polacos improbables...¿y tú? Yo no llevaba la tarea, nadamás un cuadernito de pastas rojas con flores secas barnizadas encima. Lo abrí y busqué a un personaje vulnerable. No batallé mucho. Estaba ahí, casi al principio. Una mujer y su dolor visto en retrospectiva. Una mujer que preparaba un plato frío para servirlo en la más esperada de las venganzas. Sin pensarlo dos veces empiezo a leer sin darme cuenta de lo que estoy haciendo. El corazón quiere salírseme por la garganta y se me nota en la voz, que lucha por salir de ese breve espacio ahora obstruido también por la vergüenza y los nervios. Qué raro. Normalmente leo bien. Parece que lo mío no. Termino y siento miedo de voltear a mirarlos. Todos callan. Quien dirige la sesión sólo dicta una sentencia: "Me parece que eso que tienes ahí es el principio de una novela, pero no sé si estás emocionalmente preparada para escribirla. Piénsalo y nos dices la próxima semana". Ayer todavía no lo decidía bien. Opté al final por llevar mejor a Julieta. Le puse unos tenis y un impermeable y nos subimos las dos en mi coche (ella iba sentadita sobre los renglones apretados y negros y yo manejaba) y nos fuimos a que la conocieran. A que me dijeran qué les parecía. Estuvo calladita mientras hablábamos de Kafka. Se asomaba de repente entre las hojas, y se aburrió un poco mientras miraba que los cafés y los cigarros transcurrían y nadie le hacía caso. Luego llegó su turno y todos voltearon a mirarla. Le presté mi voz y les contó cómo le había ido en la escuela, y les dijo sobre las ranas verdes y el delantal y las uñas de su mamá. Me sentí orgullosa de ella cuando le sonrieron todos. Después, cuando todo hubo acabado, nos fuimos Julieta y yo y nos comimos un sandwich delicioso y un jugo de manzana.

9.01.2004

Esos hombres

Pueden comerse platos enteros de palmito, beber botellas de complicadas y exclusivas cosechas extranjeras. Pueden piropear en idiomas extraños e inventar intrincados metalenguajes para dirigirse a sus más recientes conquistas. Conocerán la correcta pronunciación de los apellidos de autores oscuros y platos rimbombantes de países exóticos. Podrán saber de memoria pasajes enteros de la obra de Cortázar, o ejecutar con maestría melodías clásicas en el piano. Entenderán de Jüng, Lacan y hasta de mis complicadas teorías sin importancia. Serán apuestos y exitosos, o talentosos y desenfadados. Divertidos, buenos besadores, caballeros postmodernos en modo de seducción perpetua. Impecables, perfectos. Pero hay algo que los muchachos urbanos no consiguen. Hay habilidades que no les enseñan en las caras escuelas a las que van. Cosas que no aprenden en sus noches de cantina cuando fingen que también son como el resto de la gente. Ah, pobrecitos ellos. Malaventurados ellos, los que no son de mi pueblo. Ellos, que nunca podrán tomar una cintura entre sus brazos y apretarla contra sí y dirigirla en una noche de corridos, cumbias y polka.

Sigh. Es tan difícil satisfacer a las cumbieras intelectuales de provincia avecindadas en las metrópolis.

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Dilemas

Encender el primer cigarro del día o comprar un parche de nicotina.
Aretes rojos con pulsera roja de óvalos nueva o con pulsera de cuadritos rojos usada.
Comprar un poquito de súper o cenar fuera toda la semana.
Ahorrar y dormirme temprano o tarjetear el boleto de The Cure y desvelarme.
Hair up, hair down, flat, fluffy, slept-in...
Arrabiata o puttanesca, agua mineral o vino tinto.
Power yoga, forrest yoga, atmananda yoga, no yoga.
Plain black, lacy black, tiny black, new year's black.


Choices, choices, choices. Argh. Y yo, la menos indicada para las cosas del descarte, acabo con doble pulsera, y tarjeteando la cena y el boleto y, y, y..help!